La situación de la tuberculosis en España Vicente Martín
Nunca antes en la historia de la humanidad ha habido más enfermos de tuberculosis. Alrededor de veinte millones de enfermos y más de 1.800 millones de infectados por el bacilo tuberculoso recibirán el nuevo milenio. Además, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), de los ocho millones de nuevos casos anuales se pasará a 12 millones en el año 2020. Al mismo tiempo, los tratamientos incorrectos está dando lugar a la aparición de cepas resistentes a los fármacos de primera línea, reconvirtiendo a la vieja peste blanca en una enfermedad emergente. Por todo ello, la OMS declaró la situación de emergencia mundial en 1993.La tuberculosis en España es un grave problema de salud pública, no acorde ni con el nivel de desarrollo socioeconómico ni con los recursos sanitarios disponibles. Se estima que cada año se producen entre 15.000 y 18.000 nuevos casos, y en algunas comunidades autónomas más de setenta casos nuevos por 100.000 habitantes y año; se han declarado varios brotes de transmisión de cepas multirresistentes con una elevada letalidad y, lo que es más importante, el descenso en la transmisión de la infección presenta un retraso de décadas respecto a los países de nuestro entorno.
La tuberculosis es una enfermedad diagnosticable para la que existen tratamientos muy eficaces. La curación, lo más precoz posible de los enfermos, es la principal herramienta en la prevención y, según el Banco Mundial, la más costo-eficiente de las actividades sanitarias. La rápida curación de los enfermos atenúa la transmisión de la infección a otras personas, facilita el control de la enfermedad y evita la aparición de cepas multirresistentes. La situación contraria, por retrasos en el diagnóstico o, sobre todo, por un mal cumplimento del tratamiento, explica la mala situación epidemiológica general y la de nuestro país en particular.
Para controlar la tuberculosis, la OMS propugna la implantación en todos los países de la estrategia DOTS, siglas inglesas de Terapia Directamente Observada de Corta Duración, con la que se consiguen elevados porcentajes de detección de enfermos y más de un 95% de curaciones, incluso en países con pocos recursos. Esta estrategia parte de un criterio fundamental: la responsabilidad de la curación de los enfermos recae en las autoridades sanitarias, no en el paciente. El tratamiento de la tuberculosis es un derecho, y es responsabilidad de los poderes públicos tutelarlo a través de medidas eficientes.
La estrategia DOTS se basa en cinco puntos: 1) Un compromiso político sobre la necesidad de controlar la tuberculosis. 2) Su integración en el sistema de salud de manera que garantice el diagnóstico precoz de los enfermos y un seguimiento adecuado durante el tratamiento; un buen sistema de diagnóstico microbiológico, y una coordinación y evaluación centralizadas. 3) Un suministro continuo y mantenido de tratamientos y materiales. 4) Seguimiento y monitorización de cada enfermo hasta su curación. 5) Garantizar que los pacientes toman el tratamiento en presencia de personal adiestrado.
En nuestro país, la competencia de la prevención y el control de la tuberculosis es de las direcciones generales de Salud Pública de las comunidades autónomas, y las actividades de diagnóstico y tratamiento, de los diversos sistemas y servicios asistenciales. Esta disfunción entre quién tiene la competencia y quién los recursos se ve agravada por la inexistencia de un plan nacional de prevención y control de la tuberculosis que coordine los recursos existentes y se dote de los necesarios, sirva de guía y apoyo a los sistemas asistenciales que lo precisen y, sobre todo, realice un diagnóstico de la situación, establezca unos mínimos objetivos y evalúe los resultados a escala nacional.
Esta ausencia de compromiso político explica en alguna medida la mala situación actual, que se desconozca el porcentaje de curaciones -aunque se estima muy bajo- y que una cantidad mínima de pacientes esté en programas de terapia directamente observada. La adopción de la estrategia DOTS y la necesaria creación de un plan nacional supondría una importante reducción en enfermedad, muerte y sufrimiento evitable para toda la sociedad actual y para las generaciones venideras.
Vicente Martín es profesor asociado de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de León.
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