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Concesión de galardones a las tonterías más grandes que se han dicho en nombre de la ciencia

Eran las ocho de la tarde del pasado viernes en Washington. Cuando se abrieron las puertas del salón se llenó a rebosar en apenas dos minutos. Muy pronto, el primer avión de papel surcó el aire por encima de las cabezas. Luego fueron varias decenas, en un ambiente de jolgorio. Tras horas y horas de simposios sobre temas difíciles, los asistentes a la reunión anual de la AAAS tenían ganas de divertirse y para conseguirlo estaban dispuestos a reírse de ellos mismos si hacía falta. La ocasión era una revisión de las tonterías que se pueden hacer, y publicar, bajo el amplio manto de la ciencia.

Los organizadores del acto eran los mismos que cada año, en la Universidad de Harvard, conceden los premios IgNobel (innobles, ignominiosos) a los logros científicos más "improbables", en una ceremonia en la que verdaderos premios Nobel entregan los galardones y para asistir a la cual los premiados, muchas veces procedentes de lugares muy lejanos, se pagan ellos mismos el viaje.

Entre los premiados el año pasado, varios ejemplos: en Sociología, un estudio sobre las tiendas de Donuts en Canadá; en Física, uno sobre el diseño de una tetera que no se derrame al verter; el de Literatura fue a parar a un organismo británico que había hecho un folleto de seis páginas sobre cómo hacer una taza de té, y en Medicina lo obtuvo un médico noruego que durante años clasificó los recipientes en los que le traían orina sus pacientes y luego publicó el estudio. No se libraron del premio los Estados de Kansas y Colorado por excluir la teoría de la evolución de las enseñanzas escolares, pero el promotor de los premios y editor de una revista sobre las investigaciones que "no se pueden o deben reproducir" recibió poco después una cesta de plátanos de las autoridades de Colorado.

Los organizadores se guardaron para el final algunas perlas ya históricas, como los estudios sobre la electroeyaculación del rinoceronte con electrosonografía ("Conseguir la electroeyaculación en un rinoceronte es muy difícil", era la frase inicial del artículo publicado) y las reacciones de felinos ante los hombres barbudos (a los gatos les da igual que los hombres lleven barba o no, fue la conclusión), así como la máquina para ayudar al parto con fuerza centrípeta que expulsaría al feto con una aceleración siete veces superior a la de la gravedad. Y contaron que cuando resolvieron el dilema sobre el comienzo de milenio (año 2000 o 2001), que consistía en hacer la media (el 1 de julio de 2000), no contaron con el gran número de físicos que les recordaron por carta indignados que el año 2000 es bisiesto e incluso les calcularon la media real con 40 decimales.

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