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Euforia de ventas

Juan José Millás

Parece que en Arco se ha vendido mucho. Iba la gente, dicen, con los bolsillos llenos de fajos de billetes y compraba en el acto, en metálico o de córpore insepulto, como ustedes quieran, dispuesta a desprenderse de un dinero con la fecha de caducidad inscrita en el dorso. Euforia de ventas llamaban a esa especie de tonto el último. Parecería que estamos en un país cultísimo, en el que la gente se muere por colgar una obra de arte a la cabecera de la cama sin renunciar por eso a la rosa de plástico de encima del televisor.El informe de la SGAE sobre hábitos de consumo cultural carece de una sección dedicada a las personas que han contemplado una pintura en los últimos doce meses. O que se la han comprado, aunque sea al por mayor. Por otra parte, ignoramos si acudir a Arco encajaría en la sección de "visitas a museos", "ir a un parque de atracciones" o "acudir a una feria comercial".

No sabemos qué significa, pues, desde el punto de vista cultural, un éxito de tal calibre. Tampoco tenemos datos económicos globales, si los datos económicos quisieran decir algo. Pero "ninguna feria facilita esa información", ha dicho la directora del evento, Rosina Gómez de Baeza. Conviene distinguir entre evento, suceso y accidente. Arco es un evento. La Feria del Libro, sin embargo, es un suceso, porque los editores están como locos por dar las cifras de ventas y a veces las abultan incluso para darse importancia. Justo lo contrario de lo que sucede en las ferias de arte. ¿Será porque el dinero con el que se compran los cuadros no es el mismo que con el que se adquieren los libros? En todo caso, hay en el arte algo que impulsa al secretismo. Uno entiende el secretismo en Álvarez del Manzano, que cada vez que enseña una factura salta un desaguisado, un viaje conyugal, una malversación de fondos públicos, pero no en un evento cultural. Qué raro.

Personalmente, aunque no soy coleccionista, también compré algo en Arco: una entrada (dos en realidad, pues invité a una amiga). Tres mil pesetas por cabeza más setecientas por el aparcamiento. He enmarcado las entradas en sendos cuadros de todo a cien y las he colocado encima del aparador, junto al calendario de Unión de Explosivos Riotinto que heredé de mis padres. Arte moderno a tope. Un poco caro, sí, pero vale la pena, aunque sólo sea por quedar bien cuando vienen los amigos. Daba lástima asistir a un evento de esa magnitud y no adquirir nada. Suerte que allí se vendía todo, incluso las entradas, y a precio de cuadro si hay que decir las cosas como son. Algunos organizadores se han quejado del exceso de público. No lo decían claramente, pero quizá insinuaban que acudía a esa verbena últimamente mucho hortera. Y aquí es donde no entendemos nada: no sólo nos cobran un ojo de la cara por entrar a un sitio sin mobiliario en el que descansar ni tarjetas de crédito para hacer efectivo el importe del aparcamiento y de la obra de arte de la entrada, sino que luego se quejan de que no eres suficientemente exquisito o suficientemente coleccionista para rodearte de esa gente tan chic que compra con el dinero a flor de piel.

El informe de la SGAE no precisa tampoco cuántas de las personas que compran cuadros al por mayor han leído un libro, o ninguno. No sabemos, pues, interpretar el éxito de ventas. Ignoramos si quiere decir que estamos en un país con mucha cultura, con mucho dinero negro, con muchas ganas de figurar o con mucha cara dura.

Qué pasaría, se pregunta uno, si en la próxima Feria del Libro se cobrara tres mil pesetas por entrar (más setecientas de aparcamiento) y se azotara un poco a los visitantes a medio recorrido. ¿Tendríamos más lectores? ¿Acudiría la gente en masa con los bolsillos llenos de pesetas y se llevaría los libros en carretillas? ¿Se negaría el director del evento (del suceso en este caso) a dar las cifras totales como si hablar de dinero (en lugar de traficar con él) fuera de verdad una grosería? ¿Protestarían los editores por el exceso de visitantes en un país en el que la mitad de la gente, según el tan traído y llevado informe de la SGAE, no ha olido un volumen en su vida?

Es muy improbable. Por eso, cuanto más piensa uno en Arco y en su significado, si tuviera alguno, más perplejo se queda. Decía un personaje de El Roto en estas mismas páginas que cuando un cuadro no sale conviene hacer una performance. Y eso parece Arco, una performance. O quizá una instalación. Euforia de ventas. Con eso está dicho todo. Buenos días.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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