Londres divide a los laboristas
No falta color en la carrera a la alcaldía de Londres. Guerra sucia en el seno de los principales partidos, dimisión forzada de candidaturas y, al menos, un aspirante que propone legalizar los burdeles y abrir cafés de marihuana. Las elecciones para elegir al primer alcalde que presidirá sobre unos siete millones de residentes se celebran en mayo. El ambiente, de momento, recuerda más a un circo que a un concurso para elegir a la persona cuya influencia tan sólo será superada por la del primer ministro, el neolaborista Tony Blair.Tras su victoria de 1997, el Gobierno de Tony Blair presentó los planes para la alcaldía y asamblea de Londres. El nuevo proyecto corrige una anomalía respecto al resto de las capitales europeas al ceder, por primera vez, a unos cinco millones de votantes la elección de su propio alcalde. Esta figura, que estará respaldada por más votos que cualquier diputado británico, será responsable de la dirección estratégica unitaria de la capital sin duplicar el trabajo individual de los actuales 33 ayuntamientos.
El cargo nace con un presupuesto superior a los 800.000 millones de pesetas y competencias en ocho áreas principales: transporte, policía y desarrollo económico, entre ellas. Su gestión será controlada por 25 miembros de la asamblea, que se eligen, al igual que el alcalde, por un sistema de representación proporcional. La fecha prevista, el 4 de mayo, podría retrasarse si la Cámara de los Lores bloquea el proyecto de ley, que se tramita estos días en el Parlamento, hasta lograr que el Gobierno facilite correo gratuito para la campaña de cada candidato.
La amenaza de los lores es el último obstáculo en una carrera accidentada. Con su proyecto para Londres, Blair forzó a la oposición conservadora a dar un viraje en política local, opuesta a un alcalde y asamblea electos desde que Margaret Thatcher abolió en 1986 el Consejo para el Área Metropolitana de Londres, el mítico GLC, equiparable a una alcaldía unitaria. El júbilo de los laboristas duró poco. El último presidente del GLC, cabecilla de la llamada "izquierda laborista lunática", Ken Livinsgton, anunció inmediatamente su candidatura. Los mecanismos para frenar su opción, con una guerra sucia entre la vieja guardia y los altos mandos del neolaborismo, han sido vanos.
Livinsgton marcha codo con codo con el ex ministro Frank Dobson, favorito de Blair, y a larga distancia de Glenda Jackson, la actriz reconvertida en política, en las primarias laboristas, cuyos resultados se esperan hoy. La victoria del rojo Ken sería una humillación personal para el primer ministro, que ha denunciado abiertamente su aversión hacia el popular diputado londinense y ha volcado toda la maquinaria del partido a favor de Dobson.
Los conservadores también han dado serios traspiés. Sus afiliados londinenses votaron a favor del millonario novelista Jeffrey Archer en contra de los deseos del líder, William Hague. Pero su turbio pasado presentó una factura con ingredientes que parecen extraídos de sus novelas: político, prostituta, dinero, chantaje, testimonios falsos. Archer dimitió en noviembre y más tarde fue expulsado del partido tory. Mientras, el Daily Star le reclama tres millones de libras por un pleito de difamación y la fiscalía amenaza con enjuiciarle por perversión de la justicia. La alcaldía era su gran sueño, un espejismo que le ha hecho perder todo, salvo el honor de ser lord.
La entrada en escena de un candidato independiente, Malcolm McLaren, convierte la guerra interna de los principales partidos en una fiesta circense. El ex manager de los Sex Pistols ha actualizado su grito de anarquía reclamando la despenalización de los burdeles y del comercio de drogas blandas. McLaren quiere poner fin a los escándalos sexuales de los políticos, "los principales agentes contaminates", dice, abriendo prostíbulos en las cercanías del Parlamento británico. Propone la venta de alcohol en las bibliotecas públicas e impuestos directos contra el uso de automóviles. Su manifiesto, asegura, es serio.
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