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Reportaje:

La particular campaña de la militante Ana Botella

La esposa del presidente del Gobierno recorre varias provincias buscando el voto para el PP y apoyando a los candidatos que pueden arrebatar un escaño al PSOE

A una autoridad local se le va la mano y habla del "Gobierno presidido por la señora que hoy nos acompaña"

No es Hillary Clinton, ni siquiera a escala. Tampoco es Eva Perón. Dicen que alguna vez ha podido pensar en ellas, a pesar de su apariencia modosa, de sonrisa casi permanente, en la que no se vislumbra a primera vista a la mujer de carácter que reconoce ser y que, pocas horas antes de su boda, mandó a Aznar a comprarle un secador de pelo: "Fue sin rechistar", añade por si cupieran dudas. Pero lo cierto es que Ana Botella, esposa del presidente del Gobierno, lanzada desde semanas atrás a su propia campaña electoral, sin que ella misma concurra en lista alguna -"soy una militante más y no tengo en mi horizonte dedicarme a la política"-, lleva ya tiempo queriendo tener, y a veces imponiendo, una presencia personal en la escena social. Ella se ha inventado la figura de la esposa del presidente del Gobierno, que sus tres antecesoras jamás ejercieron, hasta el punto de haber suscitado, según reconocen en la Casa Real, retoques en las costumbres de la Zarzuela, como que la celebración del santo del Rey sea últimamente con cónyuges o que en uno de los despachos de Aznar con don Juan Carlos en Mallorca en agosto ella vaya con su marido y se quede a comer en Marivent con los Reyes.Ana Botella no es Hillary -resulta evidente- y, aunque tampoco sea Evita, ni tenga descamisados en sentido estricto, sí plantea su pretendido papel personal y su presencia, cada vez más intensa, a través de las causas sociales, a cuyos protagonistas ha incorporado con armas y bagajes a la campaña electoral, aunque a algunos de ellos se entregue también fuera de ella. Por ejemplo, los ancianos de las residencias del padre Ángel, mentor de los Mensajeros de la Paz, organización en la que Botella ostenta la presidencia de honor, con la que colabora como voluntaria desde mucho antes de llegar a La Moncloa y de la que acaba de inaugurar nada menos que tres centros en una semana. ¿Un apretón de sensibilidad en plena época de elecciones? Contesta: "La verdad es que es el padre Ángel el que me pide inaugurar las residencias. Coincide con esta campaña, pero podría decir que al 85% o 90% de esas cosas habré ido siempre sin prensa".

Esta ocasión no es así. Es 8 de febrero y está rodeada de periodistas. Va a cortar la cinta en un centro que, por cierto, lleva abierto más de un año. Se encuentra en la localidad burgalesa de Cerezo del Río Tirón, de 800 habitantes. Veinte ancianos y decenas de autoridades locales, provinciales, autonómicas y religiosas, desde la alcaldesa, del PP, al arzobispo de Burgos; desde la esposa del presidente de Castilla-León a consejeros del Gobierno regional. El padre Ángel la define en privado como "una persona humana, sensible y social ya antes de que José María fuera presidente". Cámaras. Fotos. Flashes. Y tiralevitas: "¿Qué tal, cómo estás? Encantado de saludarte". "¿Tú eres...?", pregunta Botella al repeinado. "Soy el consejero de Sanidad".

Se va después a un hotel de Burgos, donde habla ante un grupo llamado Asociación de Mujeres para la Democracia, a la que ella, en un lapsus, se refiere como "Asociación de Mujeres Conservadoras". Puntualiza la equivocación una de las presentes tras el encuentro, pero todo el monte sigue siendo orégano: la que se desmarca blande en una mano la biografía hagiográfica de José María Aznar escrita por José Díaz Herrera e Isabel Durán, que venden en la misma sala de la conferencia, y que algunas pasan a la firma de su esposa. "Ana: sigue siendo como eres. Te necesitamos así", la despide la presentadora.

Otro ámbito de interés de Ana Botella son las mujeres rurales, con las que cuenta que lleva en contacto 14 años. El 2 de febrero las visita en Pedro Muñoz, Ciudad Real. La concejal de Participación Ciudadana, del PP, convoca -por cierto, con membrete del Ayuntamiento- a la Asociación de Familias y Mujeres del Medio Rural (Afammer). Habrá reunión y merienda en los Salones Pepe -ya el nombre es evocador-, y en la invitación se lee que Botella "es una de las mujeres más representativas e importantes de nuestra época". La presidenta de Afammer, Carmen Quintanilla, va de número 2 al Congreso en las listas del PP. Ana Botella sabe unir lo útil y lo bello.

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Cuando se le pregunta con qué criterios elige los lugares a los que va en estos días, responde que "un poco con el criterio de donde me van invitando". Y la van invitando donde pretenden cambiar de color un escaño, y bien arropada por familiares o amigos, como en Cáceres o Córdoba. Porque lo que no hace es una campaña con riesgo: en Almería, única diputación que tiene el PP en Andalucía, y adonde viaja con Iberia en clase turista, puede ir a localidades playeras, como Aguadulce, cena con 400 militantes y cargos del partido, donde las señoras son obsequiadas con un clavel rojo -no confundir con la rosa-, o Roquetas de Mar, donde visita a una residencia de ancianos. Pero no pisa El Ejido: "No por nada, vamos. Me dijeron Roquetas de Mar, pues Roquetas de Mar", responde al comentario.

Plasencia ha tenido la suerte de recibir en una misma semana a Ana Botella y Esperanza Aguirre, y, en noviembre, a Javier Arenas. El misterio parece llamarse María José González del Valle, compañera de colegio de Botella en las Irlandesas de Madrid, presidenta local del partido y número 3 al Congreso por Cáceres, con la que los populares pretenden volcar el actual 3-2 provincial a favor del PSOE. Con esta acomodada placentina, en cuyo palacete suelen alojarse los Aznar, y que resulta habilísima para ponerse en todas las fotos, inicia la inquilina de La Moncloa una maratoniana jornada por el norte de la provincia, hasta las Hurdes: empieza por Plasencia, donde se reúne con representantes de familias numerosas, y a la salida cuenta a los periodistas su interés por el tema, porque es la mayor de 13 hermanos y madre de familia numerosa. Pero aprovecha para colocar su dato favorito, el que más repite: el PP ha creado 1.800.000 puestos de trabajo. Y responde a la pregunta de qué le parece el pacto de la izquierda: "No sé... Lo que hay que ir es al progreso, porque con un Gobierno entre esos dos partidos, quizá los españoles tendrían que pagar más impuestos". Lo dice con voz modosa y sin perder la sonrisa, aunque pueda estar a punto de mandarte a comprar un secador.

La jornada cacereña sigue por Valdastilla, Cabezuela del Valle, Hervás, Baños de Montemayor, Camino Morisco. Hogar del Pensionista; almuerzo con afiliados en el que a una autoridad local se le va la mano y habla del "Gobierno presidido por la señora que hoy nos acompaña"; inauguración de sede del partido;charla a mujeres rurales; acto del partido. Para llegar a Cabezuela hay una carretera llena de curvas. "Diga usted que nos la arreglen", le pide una mujer, en el barullo de la llegada. "Dice que sí, que nos la van a arreglar, que ella se ha mareado un poco", traduce otra, desde más cerca de la visitante.

Entra en un bar a saludar a un minusválido. Fuera, cámaras, fotos y más fotos. El interés de la esposa de Aznar por lo social, especialmente por algún sector de ello, puede ser sincero. Pero en lo que Ana Botella parece tener alguna dificultad es en el cumplimiento del precepto evangélico de que su mano izquierda no se entere de lo que hace la derecha.

A veces se queda un poco de telonera, como en Córdoba, el martes 15, donde, en un paseo por la ciudad, casi inadvertido por la gente, en compañía de la candidata popular a la Junta de Andalucía, Teófila Martínez, ésta, que es un tigre para las relaciones públicas, le come la merienda y se hace con los dos únicos bebés con que se cruzan, ante una lluvia de flashes. Ana Botella dará después una conferencia sobre la solidaridad en Cajasur, feudo del discutido cura Miguel Castillejo. En Córdoba, donde el PP aspira a uno de los cuatro escaños del PSOE, Botella está bien acompañada: su hermana María Jesús es secretaria provincial del PP, concejal y portavoz en la Diputación; también concejal es la suegra de Álvarez Cascos, María Antonia Cuadrado. Y diputado, José María Robles Fraga, que acompaña a Botella durante toda su estancia en la ciudad.

Ana Botella dice no tener "ni idea" de que hayan llegado normas a una televisión sobre cómo encuadrarla: plano medio, no cogerla de espaldas, evitar que se la vea de cintura para abajo. Y aunque hay detalles que cuida, como esperar a que el fotógrafo baje la cámara para sacarse el chicle, asegura que no vive "obsesionada" por la imagen -"me cuido dentro de lo que puedo"- ni pendiente de especialistas en ella, lo cual, en ocasiones, no resulta difícil de creer.

"Me considero una persona normal"

Pregunta. ¿Existe un estilo Botella de hacer política?Respuesta. ¡No, no! [ríe] Para nada. Yo creo que cada persona, cada uno tiene su estilo de hacer las distintas cosas de la vida. Cada uno hace las cosas pues como cree que debe hacerlas.P. El contenido de sus discursos es de ideas muy generales. ¿Cree que llevan mensaje suficiente?R. Bueno, yo creo que los mensajes que se deben dar en las campañas son mensajes simples. Tampoco creo que haya que descubrir nada, sobre todo cuando hay una gestión de gobierno detrás.P. ¿Los escribe usted misma?R. Me ayudan y los hago yo misma también. Hay algunos que tengo..., pues, por ejemplo, los autores que he citado, he leído los libros. Hay cosas que me interesan y datos con los que habitualmente trabajo.P. ¿Se considera más de centro o de derechas?R. Yo me considero de centro. Y, además, me considero..., pues, una mujer absolutamente de mi tiempo.P. ¿Y eso, a su juicio, cómo se define?R. Pues no sé qué características se pueden dar para considerarte una mujer del tiempo en el que vives... Es que tampoco... Lo de las etiquetas..., pues me considero una persona normal, de mi tiempo.P. ¿Puede desvelarnos a qué se refería Aznar cuando dijo que a él le gustaba la mujer-mujer?R. Pues yo creo que fue..., una broma o una forma de hablar, pero vamos... No sé realmente lo que quería decir.

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