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Elecciones 2000

El Gobierno lanza una campaña para evitar que más de 650.000 votos al Senado se anulen por errores

Miguel González

El desbloqueo de las listas al Congreso, para que los ciudadanos puedan alterar el orden de las candidaturas presentadas por los partidos en función de sus preferencias, es una de las promesas estrella del programa electoral del PP. Sin embargo, la instauración del sistema de listas abiertas al Congreso difícilmente podrá realizarse sin resolver los problemas que presenta en la Cámara donde ya funciona: el Senado. Más de 650.000 papeletas a senadores -cinco veces más que a diputados- se declararon nulas en las últimas elecciones. La causa está en la complejidad del sistema de votación.

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El Ministerio del Interior ha convocado un concurso, por valor de 25 millones de pesetas, con el objetivo de "informar a los electores sobre la forma de utilizar la papeleta oficial que en cada provincia se apruebe para elegir a los senadores". La campaña institucional se realizará entre el 4 y el 10 de marzo, víspera de la jornada de reflexión, a través de anuncios difundidos por las emisoras de radio y TV públicas.Esta iniciativa sin precedentes responde a un mandamiento de la Cámara alta que, en su pleno del pasado 30 de noviembre, aprobó por asentimiento una moción en la que instaba al Gobierno a realizar una campaña explicativa "en la proximidad de la fecha que se señale para celebrar las elecciones generales".

Todos los grupos parlamentarios mostraron su preocupación por la gran cantidad de votos nulos que se producen en las elecciones al Senado. "Debemos tener la seguridad de que el voto es reflejo fiel de la opinión por la cual se ha decidido el votante, y eso, que debería ser normal, parece que se quiebra con cierta continuidad en las elecciones de esta Cámara", afirmó el portavoz popular, José Ruiz Rivero.

En las últimas elecciones se declararon nulas el 2,59% de las papeletas al Senado, 652.656 en total. Por el contrario, sólo se anularon el 0,50% de los votos al Congreso, 125.782. La diferencia fue de 526.874, una cifra muy próxima a los votos que obtuvieron el PNV y Coalición Canaria juntos, por ejemplo. No se trata, además, de un fenómeno coyuntural. En 1993, el número de papeletas nulas también fue más de cuatro veces superior en el Senado que en el Congreso.

Papeleta compleja

Ello se debe, según concluyeron los senadores, a la complejidad del sistema de votación de la Cámara alta. Para elegir a los diputados, basta introducir en el sobre la papeleta de la lista preferida y depositarlo en la urna. En cambio, para el Senado hay una única papeleta, con forma de sábana, en la que figuran todos los candidatos, agrupados por candidaturas. El elector debe marcar con una cruz el recuadro que aparece junto al candidato elegido.

El problema se complica porque el número de candidatos que se pueden marcar varía según la circunscripción de que se trate. En todas las provincias peninsulares, que eligen a un total de cuatro senadores, cada elector puede votar a tres; en Gran Canaria, Tenerife y Mallorca, con tres senadores, cada elector puede votar a dos; en Ceuta y Melilla, con dos senadores, cada elector puede votar a dos; y en Ibiza-Formentera, Menorca, Fuerteventura, Gomera, Hierro, Lanzarote y La Palma, con un senador, cada elector puede votar a uno. Las papeletas son válidas si el elector vota menos candidatos de los que puede, pero se anulan si supera el máximo previsto.

Si el votante introduce la papeleta sin marcar ninguna cruz, como si se tratara de la del Congreso, se considera voto en blanco. Ello explica por qué la cifra de papeletas en blanco al Senado en 1996 fue de 482.601 (1,92% del total), frente a sólo 243.345 (0,97%) al Congreso.

La diferencia de la suma de votos nulos y en blanco entre ambas Cámaras fue en las últimas elecciones de más de 765.000, cuando sólo votaron 17.000 electores más al Congreso que al Senado. Si se acepta que en su mayor parte esa diferencia se debió a errores, la distorsión de la representación popular por razones ajenas a la voluntad del elector resulta difícilmente aceptable en una democracia consolidada.

"La elección de los senadores se lleva a cabo mediante listas abiertas y, puesto que ese sistema es reclamado para otras instituciones, deberemos cuidar de que, en el caso del Senado, sean bien entendidas e interpretadas", advirtió el socialista Juan Arévalo.

Lo cierto es que la práctica de los partidos demuestra que no creen en el sistema de listas abiertas. En la papeleta del Senado, los candidatos se ordenan, dentro de cada candidatura, por orden alfabético. Ello no impide que el elector ponga la cruz al candidato que prefiera, independientemente del lugar que ocupe.

Sin embargo, el votante no suele hacer uso de esta potestad. Por eso, los partidos sitúan en primer lugar al candidato cuya elección quieren asegurar, lo que obliga a que los siguientes tengan un apellido cuya primera letra sea posterior alfabéticamente. Cuando la cabeza de lista es Esperanza Aguirre, como en la candidatura del PP de Madrid, no hay problema. Cuando el primero es Francisco Vázquez, como en la lista del PSOE por A Coruña, el asunto se complica.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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