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Reinventando los 100 metros

El entrenador de Greene trata de prolongar la velocidad máxima de su corredor hasta los 70 metros

Cuarenta y cinco pasos. John Smith, entrenador del hombre más rápido del mundo, ha dividido los cien metros en el equivalente a una carrera de vallas. Cuarenta y cinco pasos desde la línea de salida a la meta, cada zancada produciendo una presión de 0,25 kg/cm2, cada paso con un tiempo adjudicado de 0,083 segundos sobre el suelo, los clavos de las zapatillas soltando zarpazos a la pista en lugar de frenar. La carrera perfecta. Un récord mundial."Si doy 46 pasos el cuerpo lo siente", dice Maurice Greene, que cubrió la distancia en Atenas el pasado verano en 9,79 segundos, batiendo la marca mundial por cinco centésimas de segundo, que ganó los 100 y los 200 metros en Sevilla el pasado verano, que intentará repetir victoria en ambas distancias en Sydney 2000. Lo que Smith quiere ni más ni menos es reinventar la manera en que se corren los cien metros, desafiar antiguas presunciones, romper esas trabas psicológicas y fisiológicas que antiguamente limitaban la milla a un tiempo de cuatro minutos. Y con Greene ha llegado a darse plena cuenta de las posibilidades. Desde que Ben Johnson ganara 21 carreras de cien metros consecutivas en 1987, y Carl Lewis saliera triunfante en todas las carreras en pista descubierta en 1984, ningún velocista había tenido una trayectoria tan ascendente como Greene. "En términos técnicos, es el mejor velocista del mundo", afirma Ato Boldon, su compañero de entrenamiento en Los Ángeles y campeón del mundo de los 200 metros en 1997. "Cuando todo el mundo se agota y la forma empieza a deteriorarse, él es el que menos se deteriora".

En los 100 metros, la velocidad máxima se alcanza entre los 50 ó 60 metros, antes de iniciar el proceso de desaceleración. La persona que gana no es la que acelera al final, sino la que pierde velocidad más lentamente que el resto de los corredores. La práctica de Smith con sus corredores consiste en retrasar su aceleración al comienzo, de forma que puedan mantener la velocidad máxima hasta los 70 ó 75 metros. Esto deja menos tiempo y menos distancia para la desintegración de la forma del corredor, esa inclinación hacia atrás que aparece con la fatiga y que actúa como freno. Una mínima ventaja y el mal funcionamiento pueden cambiar completamente carreras que se deciden por centésimas de segundo. Mientras que la mayoría de los velocistas alcanzan la posición vertical a diez metros de la salida, Greene y Boldon mantienen una transición más larga, aguantan hasta los 20 ó 25 metros de la salida. "Es como montar en bici", afirma Smith. "Es más fácil acelerar cuando estás echado hacia delante, con las manos en el manillar, que cuando sueltas las manos y te echas hacia atrás".

En los Mundiales de 1999, Greene corrió en 9,80 segundos, alcanzando la aceleración máxima a los 60 metros, momento en que cubría 11,96 metros por segundo. Entre los 60 y los 90 metros, cubrió 11,86 metros por segundo, y en los últimos 10 metros disminuyó la velocidad hasta los 11,35 metros por segundo, según Smith. "Lo que pretendemos conseguir es correr a 11,86 durante todo el recorrido", comenta Smith. "Entonces empezamos a cambiar el concepto de cómo se corre una carrera. Al ser más eficaz en los primeros 30 metros, se puede retrasar la aceleración máxima hasta los 70 metros en lugar de hasta los 60. Estoy explorando. Quiero conseguir diez metros más de aceleración. Deberíamos poder conseguirlo estando más en forma, con una mejor nutrición, mejores pistas, mejores técnicas y con un mejor entrenamiento. Antiguamente se decía que sólo se podía correr la milla en cuatro minutos. Ahora hay gente que lo hace en 3,43".

Greene, de 25 años, empezó a entrenarse con Smith en el otoño de 1996, tras una temporada decepcionante en la que se lesionó un tendón y no consiguió pasar los cuartos de final en los Juegos. Un año después, Greene se convirtió en campeón del mundo, al hacer 9,86 segundos en la misma pista de Atenas en la que posteriormente estableció la marca mundial.

Greene se ha entrenado con corredores de 400 metros para aumentar su reserva de fuerzas y, al igual que Boldon, se ha convertido en un empedernido aficionado al vídeo: reproduce algunas de sus carreras hasta 50 veces, disecciona su propia forma y detecta los puntos fuertes y débiles de sus rivales. Su propia meta es correr en 9,76 segundos, aunque Smith cree que puede alcanzar los 9,70. Probablemente en Sydney no se produzca ningún récord mundial, debido al viento en contra y las frías temperaturas del hemisferio sur en primavera. Pero la longitud de la carrera seguirá siendo la misma: cuarenta y cinco pasos.

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