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Reportaje:

Entre albahaca y conejos

Carmen Morán Breña

Un grupo de alumnos de Geografía de la Universidad de Sevilla estudia el estado y los usos de los parques y jardines de la capital y de su área metropolitana. Este proyecto de innovación educativa lo enmarcan dentro de sus estudios de Biogeografía aplicada, una asignatura optativa que imparte Rosalía Bejarano, la profesora que les ha sacado del aula y les lleva de campo. Una vez estudiados los espacios naturales prefijados llegarán las conclusiones: tratan de evaluar el estado en que se encuentran y cuál ha sido la evolución de estos parques desde la década de los ochenta. Ya saben que los espacios verdes se beneficiaron del fuerte empujón que supuso la Expo del 92, cuando se crearon en La Cartuja grandes jardines.

El grupo de alumnos se levanta temprano. Toca día y trabajo de campo. La visita se ha concertado para estudiar el Arboreto del Carambolo, un espacio ajardinado en el Aljarafe sevillano donde encuentran varias e interesantes colecciones de plantas. Por un lado están las especies aromáticas, las usadas como condimento en la cocina. Hay 47 de esas: albahaca, tomillo, romero, son algunas de ellas. En otro rincón del jardín dormitan, en el helado invierno, 115 plantas medicinales; y más allá están plantadas 20 especies que se destinan a uso industrial, como el cáñamo, las oleaginosas o las destinadas a elaborar bebidas.

El Arboreto del Carambolo, como muchos otros jardines, no está en el momento más esplendoroso. La primavera ofrecerá un hermoso espacio verde con miradores desde donde se divisa Sevilla entera. Por ahora hace mucho frío todavía y la mayor parte de los árboles están pelados. Los conejos, que pueden verse con un poco de suerte y silencio, tienen el terreno lleno de agujeros que han hecho para pasar la noche.

Marco Antonio Mateos, uno de los responsables del parque detalla la historia del jardín. Allí donde hace siglos apareció el famoso tesoro del Carambolo se levanta ahora el Arboreto, abierto a todo tipo de visitas. En los ochenta Emasesa, la empresa pública del agua, compró los terrenos para hacer un depósito de agua potable, empresa que se frustró al comprobarse la naturaleza arcillosa de la tierra. Entonces se plantaron árboles para estabilizar una zona con altos riesgos de corrimientos de tierra. El Arboreto está formado por cuatro hectáreas donde crecen 550 especies vegetales pertenecientes a 115 familias botánicas. "Tanta flora como se puede encontrar en la provincia de Córdoba", explica Mateos.

Para acabar el inventario, hay dos lagunas artificiales con su flora correspondiente, 35 especies de pájaros y 12 de setas.

Todo ellos es revisado por el grupo de alumnos de Geografía, que lo anotan en sus cuadernos de trabajo. Preguntan cómo se riega, desde cuándo está abierto, sobre su futura expansión. Después tendrán que rellenar unas fichas y especificar el carácter público o privado del parque, sus dimensiones; profundizar en los aspectos relacionados con la creación de los espacios que visitan, su gestión, mantenimiento y funcionalidad; analizarán las especies y valorarán los parques en función de distintos criterios, tanto naturales como de funcionalidad.

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Ricardo Carrión es uno de estos alumnos. Estudia 4º de Geografía y está satisfecho con que les saquen fuera de las aulas. "De hecho tendría que ser así todos los viernes".

Esta excursión, y otras que harán con esta profesora, tienen una ayuda del Instituto de Ciencias de la Educación, que, entre otras cosas, les ha servido para pagar la entrada al parque.

La única chica en este grupo se llama Cristina Porras. Tiene 22 años y estudia 3º de Goegrafía. "Esta carrera tiene mucha relación con el medio físico y por eso las salidas al campo son importantes". A Cristina le gustaría enfocar su futuro profesional hacia al mediambiente, algo relacionado con la ordenación del territorio. Este proyecto de innovación educativa le parece interesante aunque reconoce que están trabajando mucho y bien. "Pero no todo es aprobar exámenes. El objetivo de este trabajo es dar una visión crítica de los parques y del uso que se hace de ellos".

Los chicos se van moviendo entre el estramonio y la flor de la vergüenza, entre árboles frutales y plantas aromáticas. Y la profesora desgrana los objetivos de esta experiencia educativa: "Se trata de hacer una cartografía de los espacios verdes urbanos de Sevilla y la conglomeración urbana" explica Rosalía Bejarano.

Y por último estudiarán el grado de cumplimiento del PGOU y harán catálogo de las especialidades de los parques en el caso de que no los tengan ya. "Compararemos la situación actual de estos espacios con el planeamiento urbanístico vigente, para ver lo que se ha avanzado desde el 87 hasta ahora".

Detectarán los incumplimientos pero también resaltarán los logros, pero siempre con una visión más de biodiversidad y paisajística que urbanística.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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