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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Sospechosa inhibición

Las fuerzas de orden público tardaron demasiadas horas en intervenir para sofocar los brotes violentos de racismo y xenofobia que se repiten en la localidad almeriense de El Ejido desde el pasado sábado. Es cierto que su actuación debe estar apoyada en la prudencia y ha de tener como objetivo prioritario evitar con su actuación males mayores. Pero la inhibición de la que han dado muestra en este caso denota la escasa profesionalidad de sus mandos o sus pocas ganas de intervenir en defensa de las víctimas. No cabe otra explicación de su pasividad ante los incendios y los asaltos a las viviendas de los inmigrantes, que en algunos casos se vieron sometidos a persecución policial.Es probable que el primer objetivo fuera evitar el enfrentamiento directo. Pero en más de una ocasión la pasividad de la fuerza pública en El Ejido recordó la equidistancia entre víctimas y agresores que tantas veces se ha reprochado en el País Vasco a la policía autonóma. Con la paradoja añadida de que el responsable último de las fuerzas de orden público, el ministro del Interior, es uno de los principales críticos de esa otra situación de anemia represora.

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La policía ha de intervenir con la mayor urgencia y contundencia para proteger a los agredidos y evitarles esa sensación de amenaza real a la que son sometidos; luego, ha de trabajar la justicia para determinar las responsabilidades de cada uno, incluyendo las de quienes cometieron el asesinato que encendió este estallido de violencia colectiva. E inmediatamente, las autoridades deben estudiar las condiciones en las que viven los inmigrantes, pues la marginalidad que padecen (hacinamiento en infraviviendas, apartheid escolar, guetización grupal, etcétera) hace de El Ejido un lugar de explosión social anunciada con reiteración.

Más allá de los hechos mismos, hay otro asunto igual de insoportable: el aprovechamiento político de los mismos, para añadirlos a la batalla dialéctica sobre la Ley de Extranjería, como ayer hizo, con infinita inoportunidad, el ministro portavoz del Gobierno, Josep Piqué, al advertir sobre el peligro para la cohesión interna española que supondría no restringir la entrada de inmigrantes. Añadió pavesas al fuego del racismo. No hay que remitirse a Austria para reflexionar sobre el rencor hacia el otro. Basta mirar a El Ejido para ver el rostro del odio hacia el diferente. En España hay un porcentaje de inmigrantes muy inferior al de la mayoría de los países europeos, y la perspectiva de que esta inmigración va a aumentar. Por ello es urgente atajar de plano estos brotes racistas.

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