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Tribuna:Aula libre
Tribuna
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El doctor Jekyll, 'mister' Hyde y la libertad de (s)elección Carlos Lomas

En los últimos tiempos se oyen algunas voces contrarias a la presencia en las aulas de esos alumnos que -con un escaso interés por el aprendizaje escolar y con una conducta a medio camino entre la apatía y el conflicto- manifiestan un claro rechazo a lo que el mundo de la educación les ofrece y en consecuencia una evidente inadaptación a la vida cotidiana de los centros escolares. ¿Quiénes son esos alumnos y esas alumnas que alteran el orden académico y dificultan el trabajo pedagógico del profesorado? ¿Estamos asistiendo a la invasión sin tregua de unas hordas de adolescentes especialmente insoportables y violentos? ¿Es el momento de volver, como defienden algunos, a las épocas en que las instituciones escolares excluían o segregaban a quienes con su actitud indiferente o desafiante transgredían el orden establecido en las escuelas e institutos y el castigo -incluso físico- como método exclusivo de corrección de estas conductas?Quienes estudian el comportamiento de los grupos humanos -antropólogos, sociólogos, psicólogos sociales...- saben que la conducta de las personas casi nunca es una tendencia innata a actuar de una determinada manera sino el resultado de la influencia de diversos factores (socioculturales, familiares, económicos...) que nos ayudan a entender las actitudes que manifiestan esas personas en los diferentes ámbitos de su socialización -y, entre ellos, en el educativo-. ¿Cómo interpretar, en consecuencia, esas actitudes de indiferencia y de hostilidad de algunos de los actuales adolescentes que acuden a los institutos de educación secundaria?

En primer lugar, conviene no olvidar que la educación obligatoria no es el limbo de los justos ni el templo sagrado al que sólo accede una minoría selecta sino el escenario al que acuden de lunes a viernes todos los alumnos y todas las alumnas hasta los 16 años, sean como sean y vengan de donde vengan. De ahí que en una educación para todos -y especialmente en la educación pública- se refleje como en ningún otro ámbito social la enorme diversidad -y la evidente desigualdad- de nuestras sociedades, cuyos conflictos y valores encuentran a veces un eco innegable en las actitudes y en las conductas de los alumnos y de las alumnas.

En segundo lugar, no hace falta ser un especialista en psicología evolutiva (a veces basta con ser padre o madre de adolescentes) para saber que en estas edades la identidad personal se construye mediante el uso y abuso de la transgresión, la crítica a ultranza de cualquier forma de autoridad, el rechazo a las normas y la ilusión de creerse adultos. Dicho de otra manera: estas actitudes -en mayor o menor medida- están en sintonía con los estilos de conducta habitualmente asociados a la adolescencia.

Y, en tercer lugar, ¿de dónde salen estos adolescentes? Si es obvio que salen de las escuelas y acuden a los 12 o a los 14 años a los institutos, ¿qué es lo que les ocurre entonces? ¿Se transforman como el doctor Jekyll en mister Hyde? Quizá el cambio de contexto escolar (de la escuela al instituto) influya bastante más de lo que se cree porque no es sólo un cambio de escenario: es también a menudo un cambio de reglas del juego, de estilos de interacción entre alumno y profesorado, de estrategias didácticas y en ocasiones de maneras de entender la enseñanza (¿educar a todos o instruir en el saber de las materias a unos pocos?).

Ayudar al profesorado y a los institutos de educación secundaria a saber atender a la diversidad de capacidades, motivaciones y actitudes de los alumnos y de las alumnas es hoy más que nunca una tarea urgente. De lo contrario, las voces de alarma serán al final la coartada que algunos (entre los que se encuentran quienes desde el Ministerio de Educación y Cultura estudian diversas formas de segregación del alumnado a los 14 años) esgrimirán para justificar la libertad de (s)elección del alumnado como antídoto contra el conflicto y el fracaso escolar. Y, en este contexto, ya se sabe qué le toca a la educación pública.

Carlos Lomas es profesor de educación secundaria y asesor de formación del profesorado.

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