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Reportaje:

Emparedados en su propia casa

Antonio Jiménez Barca

Cada vez que mira por la ventana, Rafael Peche, de 84 años, pronuncia la palabra "paredón" y tuerce el gesto. Vive en el quinto piso de una luminosa casa en la calle de Antonio Arias (Retiro). Hace días que se asoma y ve cómo un grupo de obreros prepara el terreno de un estrecho solar pegado a su inmueble para, ladrillo a ladrillo, levantar en los próximos meses un edificio de ocho plantas. "Me va a enterrar", dice Peche.El edificio donde vive desde hace cuarenta años junto a otras 50 familias, la mayoría de jubilados, está rodeado por una estrecha franja de terreno en forma de L. El lado más corto no llega a ocho metros de ancho; el largo tiene 30. A pesar de que parece que no hay espacio posible, una constructora está empezando a edificar un bloque con forma de L que encajará en la parcela, dejando tres metros entre las ventanas de los los jubilados y la nueva pared que se avecina. Así, un muro ciego de ladrillo de 24 metros de alto envolverá la vieja casa de Peche, de forma que todas las ventanas del actualmente luminoso inmueble de Retiro estrenarán una vista al "paredón", según vaticina el vecino. Uno de los compañeros de desventuras de Peche apeló al humor negro para describir el futuro que ya se edifica a su alrededor: "Es como jugar al tétrix, la maquinita ésa en la que se encajaban las piezas, cuando no quedan huecos".

Los residentes se han movilizado ante lo que consideran un "atropello". "La edad media de los habitantes de esta casa es de 74 años; si nos ponen un muro en todas las ventanas y nos condenan a la oscuridad se van a ahorrar mucho en pensiones porque no tardaremos en ir cayendo por culpa la depresión", ilustra Peche, con mucha amargura. En las ventanas del edificio hay sábanas donde los jubilados han escrito lo que piensan, donde reclaman más luz, más justicia y piden al alcalde que se mueva e impida lo que ellos creen una barbaridad.

Esta cruzada les ha servido para diplomarse en Urbanismo. Han pedido consejo a arquitectos, abogados especialistas y técnicos de toda clase . En el descansillo de la escalera, además del "buenos días", se oyen ahora expresiones como "retranqueo" "coeficiente de habitabilidad", "Plan General" o "servidumbre de vistas". Todos estos términos, en boca de jubilados que regresan del paseo, del supermercado o del centro social, alertan sobre algo grave que ocurre en la casa.

Armados de toda la batería legal que han podido reunir, los vecinos han impugnado la licencia de obras otorgada por el Ayuntamiento de Madrid alegando que, en un patio, la distancia mínima que debe existir entre dos edificaciones es, para una casa de 24 metros de alto, de al menos ocho metros. Y si esto fuera así, la constructora no podría levantar el edificio que planea, ya que el palo corto de la L no cabría en el terreno y mordería la calle, según han calculado los jubilados.

Los vecinos han deducido además que, si el terreno entre las dos edificaciones no es calificado como "patio", tendrá que ser calificado como "calle". "Y entonces", explica Peche, antiguo aviador republicano en la Guerra Civil, "los bomberos dicen que la distancia entre dos casas debe ser, al menos, de seis metros, con lo que tampoco se podría construir por impedimento legal". Los vecinos se dirigieron al gerente de Urbanismo, Luis Armada, para que les explicara si el terreno de los tres metros esta catalogado como patio, para alegar una cosa, o si es calle, para alegar las razones de los bomberos. Aún no les ha respondido. "Y algo será, digo yo, o calle o patio o algo, algo tienen que ser esos tres metros", se queja Peche.

La constructora, Rehabilitación de Viviendas SA, se defiende con documentos: "El Ayuntamiento no da licencias de construcción así como así, y si nos la ha dado es porque es legal. Reconocemos que no es plato de gusto para los vecinos, pero como es legal se va a hacer", explicó el viernes el director comercial de esta empresa. Este directivo de Rehabilitación de Viviendas SA explica que han intentado llegar a un acuerdo con los vecinos: "Les hemos propuesto que nos compren el terreno, para que nadie salga perdiendo". Peche lo niega: "Esos señores lo único que nos han propuesto es que intentemos convencer a los del bloque vecino para que se construya a su lado, en vez de al nuestro. ¡A quién se le ocurre! Además de inmoral, es del género tonto".

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Rehabilitación de Viviendas SA sostiene que las alegaciones de los vecinos "carecen de sentido", por lo que están decididos a levantar el edificio. Sus excavadoras y obreros ya están en el solar. "Mírelos, mírelos,", dice Peche desde la ventana. "Han roto ya parte de la acera, lo que es ilegal también, esto no hay quien lo tolere". Los vecinos, hartos de que la Gerencia de Urbanismo no les hiciera el menor caso, acudieron a la oposición. La concejal socialista Matilde Fernández ha enviado ya una carta al concejal de Urbanismo, Ignacio del Río, del PP, para que revoque la licencia y paralice la obra.

"No he visto nada igual"

Las quejas de los vecinos de Retiro a los que amenaza un muro de ladrillos han entrado al fin en la agenda de problemas por resolver de los dirigentes municipales del PP.El gerente de Urbanismo, Luis Armada, les recibirá mañana. "La licencia es legal", advierte el gerente. "La hemos revisado con lupa y es perfectamente legal. Aunque tengo que reconocer que es un caso extraño, extrañísimo. En todos mis años en el Ayuntamiento de Madrid, que son muchos, nunca he visto un caso igual", añadió. El gerente, aunque reconoce que la solución es liosa concluye: "Quiero escuchar a los vecinos. Después , a ver qué se puede hacer para solucionar esto". La respuesta llegará el lunes en una reunión en la que los vecinos se presentarán cargados de argumentos, normativas sobre Protección Civil e Incendios y jurisprudencia urbanística. "Y sentido común, porque esto es inhumano", añade el viejo aviador Peche, uno de los que acudirán a esta decisiva reunión.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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