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La izquierda recupera el aliento J. J. PÉREZ BENLLOCH

Ls socialistas buscan desesperadamente los 300.000 votos que les faltan para reconquistar el espacio perdido y el gobierno de la nación. Ese y no otro ha sido el motivo de esta aproximación amistosa a sus primos, los de EU, que tantas expectativas ha suscitado entre el universo de la izquierda no resignada a este casi secular divorcio que, a su entender, propicia el auge electoral de la derecha en un país sesgado hacia el centro progresista. No habiendo habido tiempo para instrumentar fórmulas más eficaces de colaboración, constatemos el insólito y favorable talante con que unos y otros han acometido el estudio de un plan de apoyos y acercamiento. No había tiempo, ni hábitos, para más.En esa ceremonia los valencianos del PSPV no tocaban pito alguno y quedaban a lo que se resolviese en Madrid. Ellos, digo del PSPV, ya tuvieron su parte mediante el intento ficticio y calculadamente frustrado de llegar a un apaño con la izquierda indígena. Consumieron tres reuniones para hacer el paripé y acabar rompiendo la baraja por discrepancias en la denominación de la plataforma o consenso que aunase las sensibilidades progresistas del país. Ahí acabó su protagonismo y hubiese sido paradójico que ahora se vieran obligados a desandar deprisa el camino y ahormar candidaturas conjuntas con IU, Bloc, Verds y los hermanos separados de Valencians pel Canvi. Desunidos, pues, los partidos de la oposición y muy especialmente los socialistas, en tanto que son la única alternativa verosímil, habrán de afrontar el desafío electoral confiando en sus propias fuerzas y capacidad movilizadora. Capacidad que en el supuesto valenciano se percibe bastante mermada a tenor de la exhibida en otras ocasiones más boyantes. Y es que ni les favorecen las circunstancias ni es pensable que el PSPV recupere los alientos imprescindibles para afrontar el lance con ganas de victoria. Baste señalar el hecho de que estando en vísperas de campaña, cuando el partido habría de revelarse como una piña, se descuelga un frente anti Ciscar que convierte al cabeza de lista en una figura precaria. Paradójica manera de proyectar una imagen sólida del liderazgo y de un partido unido y renovado, como sería exigible.

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Añadamos a estos alifafes internos el clima político y social con que se han de enfrentar. Por lo pronto, y a pesar de los severísimos juicios sobre la derecha genérica -ahí se las den todas- el ciudadano de a pie percibe que el PP ha gobernado sin sobresaltos y hasta eficientemente. Prueba de ello es el clima sosegado que se pulsa y que delatan los sondeos de opinión. Quiérase que no el mérito es de Aznar y de Zaplana, al tiempo que el demérito corresponde a la oposición que no ha ejercido como tal al declinar pasar la correspondiente factura por capítulos, incluso escandalosos, como el de las stock options, las privatizaciones pro domo sua o, en el marco del País Valenciano, el apoltronamiento de la Administración desde las últimas elecciones. Quietos los unos y callados los otros resulta lógico que el voto vaya a donde le lleve la inercia.

No prejuzgo que la izquierda se haya quedado sin discurso, aunque tampoco sería un juicio extravagante. Incluso quiero creer que nos va a sorprender con una pastoral imaginativa y avanzada capaz de galvanizar la apatía instalada. Un discurso que pulse las fibras solidarias del universo progresista, en el que la prosperidad general se proponga como un valor sostenible y mejor distribuidos sus frutos, la organización del Estado acabe por hallar, al fin, su molde federal y el futuro, en definitiva, no sea una mera invocación para hacer olvidar el pasado inmediato. Serán estos u otros los mimbres, pero inevitablemente habrán de ser innovadores para pescar en las redes de la izquierda desanimada y del centro propenso esos 300.000 votos que se necesitan para desalojar al PP.

Hacen el ridículo en Madrid

Cuentan las crónicas, incluso las habitualmente proclives al partido gobernante, que la fiesta organizada en Madrid por la Generalitat para presentar sus gracias turísticas y temáticas resultó un fracaso sonado, que algunos califican de casposo y otros de cutre. No es cosa nueva, pero en esta oportunidad parece que el despropósito ha sido tal que el mismo presidente Zaplana se ha sentido abochornado por el desmadre, él, que tanto cuida la imagen y muy especialmente su tránsito por la Corte. Nos ahorraremos los detalles, que a la postre son un corolario de imprevisión e incapacidad. Pero anotaremos una cuestión: ¿Qué cabeza o cabezas rodarán como precio de este ridículo? Anticipamos que ninguna, e incluso apostamos que el próximo año se repetirá el episodio, pues la verdad es que no estamos maduros para estas trapisondas, tanto más si se dejan en manos de aficionados. Con todo y con ello tampoco hay que rasgarnos las vestiduras: ese disbarat delata lo que realmente somos.

Una enmienda muy oportuna

A cada cual lo suyo, pues eso es la justicia, y que nuestra alcaldesa Rita Barberá reciba el aplauso que se merece por la rapidez de reflejos que ha exhibido para enmendar el craso error que había supuesto negarle el pan y la sal municipal al extinto, ilustre y admirable Enric Valor. Gracias a la iniciativa de la singular edil, el escritor de Castalla será hijo adoptivo de Valencia a título póstumo y su nombre rotulará una calle. Modesto e insoslayable reconocimiento cívico que a punto estuvo de frustrarse por motivos que mejor será ignorar en atención al buen fin del episodio. El entrañable lexicógrafo y valencianista no merecía el desdén que se administraba, y menos aún pretextando que su figura u obra provocaban crispación. ¿A quién podrían crispar la bondad personificada, la caballerosidad y el compromiso sin fisuras por su país? Ahora falta que la Diputación siga esta rodera y se deje de formalismos necios para contribuir a que se le otorgue la alta distinción de la Generalitat. Por justicia.

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