Martínez Barrio, el decoro y la oportunidad
Para cualquier demócrata debe ser motivo de orgullo que, gracias a la Asociación de Abogados Progresistas de Andalucía, los restos de Martínez Barrio descansen por fin en Sevilla. Este acto sirve de referencia para aquellos que todavía luchan por recuperar la memoria histórica y por desterrar el relativo olvido que desde determinados sectores sociales e institucionales aún persiste, sobre nuestro pasado más reciente. Ese olvido quizá haya sido el causante de que no fuera posible decorosamente del todo que el protocolo institucional cumpliera lo que Martínez Barrio rogaba en su testamento, pues fue un espontáneo el que tuvo que colocar una efímera bandera republicana en el féretro antes de su entrada en el Ayuntamiento de Sevilla, y además se le rindió homenaje en una dependencia repleta de simbología monárquica.Ese olvido también ha posibilitado que dos diputados socialistas (Luis Yáñez y Antonio Claret) hayan defendido en sendas colaboraciones en EL PAÍS la importancia de resarcir, aunque sólo sea simbólicamente, a las víctimas de la guerra civil, del exilio y del franquismo. Lo que no se entiende es cómo después de una hegemonía casi absoluta en los últimos 20 años de PSOE en el Gobierno andaluz esta labor no se haya llevado a cabo.
Un ejemplo. En Lucena, a finales de los ochenta, el alcalde socialista se negó a suprimir los nombres franquistas de las calles -todavía persisten- y a principios de los noventa decidió trasladar con dinero municipal la llamada Cruz de los Caídos desde el centro de la población al cementerio, sin acordarse de que en la fosa común reposan abandonados y sin ningún reconocimiento los restos de muchos fusilados republicanos. El actual alcalde socialista sabe que en 1941 el pleno nombró hijos predilectos de la población a los jefes militares que el 18 de julio se levantaron en la ciudad contra la República. Ese acuerdo no ha sido revocado; por favor, que Yáñez y García se lo pidan.- Arcángel Bedmar González. Lucena (Córdoba).
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