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El apolítico y la encuesta

JUSTO NAVARRO

El mundo empieza a llenarse de campaña electoral. La furibunda invasión me sorprende a la altura de Vélez, inmensas caras de papel y consignas para leer a 100 kilómetros por hora en la autovía: el programa político resumido en una sola palabra, en una frase veloz. Aunque la campaña electoral será pronto el acontecimento más real (o el que llene más espacio), yo aprecio a mi alrededor una casi absoluta indiferencia. El hombre más hambriento de política que he encontrado en los últimos días ha sido un caballero que gritaba en un restaurante de Nerja y se condideraba apolítico, porque la política es una puta mierda miserable. Así lo dijo, lo repitió, lo volvió a repetir y añadió:

-Soy apolítico porque todos los políticos son lo mismo.

¿Son lo mismo todos los apolíticos? Mi apolítico impetuoso estaba decidido a partirle la cabeza al que le hablara de política a su hijo (estaba presente su hijo, y había iniciado cierta conversación apacible con un viajero que parecía simpatizar con la anarquía). ¿A quién votará el apolítico del restaurante? ¿Existe el voto apolítico? Conozco abstencionistas que son terriblemente políticos, nostálgicos incesantes del activismo: tienen la abstención decidida como la mayoría de los votantes han elegido ya la papeleta que pondrán en la urna. La indiferencia radical con que va arrancando la campaña quizá responda al síndrome del voto decidido, madurado durante meses o años.

Yo sospecho que la campaña electoral será tan inútil como todas las campañas electorales, y que la campaña nacional se tragará a la campaña andaluza. Ningún partido explicará tranquilamente de dónde planea sacar los fondos para sus promesas increíbles, ni cómo distribuirá ingresos y gastos en el caso de resultar vencedor. Habrá mucha propaganda, es decir, frases estupendas, tronantes y fulminantes, de esas que, entre amigos, derrumban y pulverizan al ausente equipo contrario. Pero la campaña será tan inútil y tan necesaria como un rito: siempre repetido para recordar que nuestro mundo funciona todavía.

Así que recuerdo las últimas encuestas: Andalucía seguirá siendo un mundo feliz, basado en el hermanamiento entre todas las clases sobre el principio de ganar lo más posible en el menor tiempo posible, aunque muchos asalariados tengan que trabajar diez horas diarias para ganar, con un contrato a tiempo parcial, menos del mínimo que la ley dispone para ocho. La encuesta que más me ha llamado la atención es una del Centro Superior de Investigaciones Científicas que, después de interrogar a 3.000 andaluzas, dice que 23 de cada cien afirman haber sido tocadas o rozadas por hombres sin su permiso y sin su deseo. Esta encuesta, en contra de lo que parece, no habla de mujeres, sino de hombres.

La campaña electoral es un rito que me recuerda la improbable posibilidad de tomar decisiones políticas con el voto de todos: una ilusión de entendimiento entre personas razonables, más allá de líderes y listos. Pero voy por Pedregalejo leyendo el periódico, y no puedo evitar pensar que uno de cada cuatro hombres con los que me cruzo quizá se dediquen a toquetear furtivamente mujeres. ¿Es verdad?

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