Juan José Goiriena de Gandarias
El presidente de Eusko Ikaskuntza es un renacentista, un personaje singular que combina lo cotidiano y lo ejemplar
En todos los países, en todas las ciudades y en todos los tiempos han existido y existen personas que, semiocultas en la discreción más absoluta, escriben cada día el libro de la buena sabiduría. Personas que uno se encuentra en el supermercado de El Corte Inglés tras haber negociado un presupuesto de 30.000 millones o que gustan de las filas de atrás en los actos públicos y huyen de la crónica de sociedad. Juan José Goiriena de Gandarias (Vitoria, 1948) pertenece a ese colectivo de quienes no rehúyen la responsabilidad del cargo, pero se sienten molestos en el traje oficial y, sobre todo, evitan que la especialización obligada de la vida cotidiana merme un gramo el ansia de saber.Cuando a principios de los 90 la Universidad del País Vasco agonizaba, la comunidad universitaria apeló a un médico. Lo primero que había hecho Goiriena de Gandarias, antes de ser rector, fue rodearse de un buen consenso. Ya rector, su primera prescripción facultativa fue organizar una sala de operaciones que pudiera poner en orden las piezas de aquel cuerpo enfermo.
La economía debía ser el cirujano principal de aquel delicado trance, un terreno que no resultaba inhóspito para este catedrático en Fisiología y Farmacia en cuyo currículo cuesta trabajo encontrar (desde primaria hasta la Universidad) algo que no sea un sobresaliente. La Administración, con sus tics y quehaceres particulares muy distantes de la cultura universitaria, tampoco asfixiaba su programación. Antes de rector había sido viceconsejero de Sanidad en el Gobierno vasco junto a Jon Azua y le correspondió, entre otras tareas, implantar los controles de sangre en los hospitales, tras el imparable crecimiento del virus del sida. Después de ser rector, el Ministerio de Sanidad tentó infructuosamente la posibilidad de contar con sus servicios, pero Goiriena de Gandarias volvió al laboratorio de medicina, a la bata blanca (con la que fue elegido rector) y a la presidencia de Eusko Ikaskuntza (en la que ha sido reelegido recientemente), que reúne todas las disciplinas del saber: su sitio exacto.
Desde el principio, Goiriena de Gandarias no renunció a nada. Crecido en Gernika, tempranamente huérfano de padre, se dice que estudiaba el bachiller por ciencias y que durante el verano lo hacía por letras. Convencido de la medicina (con antecedentes familiares notables), sin embargo, la economía (ha sido también consejero de Bankoa), el arte, la literatura, la historia o el deporte suscitan su interés al amparo de una capacidad retentiva prodigiosa, a la que no es ajena el hábito del estudio.
Decía un compañero de universidad que una de las diferencias entre Goiriena de Gandarias y los demás es que "necesita la mitad de tiempo para retener el doble de información que cualquiera". El aprovechamiento del tiempo se convierte así en el principal aliado para pasar sin sobresaltos de Schopenhauer a la crónica de actualidad y encontrar un hueco en la madrugada para escuchar la radiofonía deportiva.
Al final, el renacentismo sigue teniendo sus guardianes y se moviliza frente a la tendencia general al monocultivo. Frente a los compartimentos estancos, permanece el lustre de los saberes como vasos comunicantes.
Goiriena de Gandarias, desde la Fisiología, ha dedicado buena parte de sus esfuerzos investigadores a la medicina del deporte, otro aspecto básico de la vida cotidiana, muy alterado socialmente por una visión deformada de los acontecimientos.
Ahora sus ocupaciones se centralizan en Eusko Ikaskuntza, la entidad creada en 1919 en el que se pusieron los primeros fundamentos de la universidad vasca, se llegó a idear un estatuto vasco y se gestó Euskaltzaindia (Academia de la Lengua Vasca). Pero, sobre todo, es un centro interdisciplinar del desarrollo científico. La cultura vasca tratada, en definitiva, desde un mundo ajeno a la superficialidad, desde la ciencia y la ambición de la igualdad.
Allí, por segundo mandato consecutivo, Goiriena de Gandarias continúa su andadura. Allí y en la universidad, y en los foros de la economía y en los libros de historia y en los congresos de medicina. En español o en euskera, en inglés o en francés o en alemán. O en latín, idioma que conoce tanto en su versión clásica como en la moderna, y en el que puede conversar sin dificultades. Y todo con la sencillez del renacentista que uno se encuentra en el supermercado de El Corte Inglés.
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