"Terapeutas en el púlpito"
Los vicarios anglicanos, por lo general, son "terriblemente" buenas personas, siempre ansiosas por ayudar. (...)El problema del matrimonio eclesiástico de los divorciados ha sido siempre algo importante para mucha gente. En el proverbial frente de la vida parroquial, los curas anglicanos se enfrentan a una profusión de aflicciones, lujurias, irresponsabilidades, desilusiones, aburrimientos y tragedias que se suman a la ruptura de un matrimonio. Dado que la Iglesia anglicana fue fundada por un rey que se casó en seis ocasiones, casi no sorprende que muchos sacerdotes encuentren difícil no aceptar a las parejas que quieren volver a casarse por la Iglesia. El resultado de todo esto ha sido el inconsistente embrollo de práctica y teología recogido en el informe hecho público ayer. (...)
Pero ¿cómo puede un sacerdote decidir que la pareja que se vuelve a casar es "emocionalmente estable" y "emocionalmente prudente" y posee "buen juicio"? O ¿cómo establecer una "clara distancia" entre el viejo y el nuevo matrimonio, o estar seguro de que una "ex pareja no es forzada a soportar la reapertura de viejas heridas"? (...) Ya no se espera de los sacerdotes que juzguen nuestra moralidad, sino nuestra salud emocional. Han completado la transformación de teólogos en sucedáneos de terapeutas. (...)
Son tiempos difíciles para la Iglesia; tan malo es si actúa como si no actúa. Se atiene a su antiguo papel de decir a la gente lo que hacer o lo que no hacer. Pero sus esfuerzos no tienen recompensa; la mayoría de los parroquianos, según parece, ha dejado de escuchar.
Londres, 26 de enero
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