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La cultura cotidiana: El Museo Puçol de Elche se construye gracias a las aportaciones desinteresadas de objetos agrícolas de particulares

Los museos, tal y como los conocemos en la actualidad, tienen su punto de partida en los estudios y bibliotecas privadas de barones acomodados del siglo XVIII. Si bien antes, la llegada del Renacimiento trajo la moda de desenterrar, allá por donde pisara un occidental, los restos del mundo antiguo. Lo que en un principio se trató del entretenimiento de ricos con afanes aventureros acabó por convertirse, intervención del Estado por medio, en los primeros centros museísticos.Cerca del parque natural de El Fondo, en la pedanía ilicitana de Puçol, se fragua un museo, el Agrícola de Puçol, completamente opuesto a las galerías convencionales, fundamentado en "no perder el contacto con las anteriores generaciones". Todo comenzó en el aula de la escuela de la pedanía. El profesor propuso realizar un trabajo con el objetivo de que los alumnos conocieran su entorno, y así conservaran una cultura cercana, en vías de extinción. El paso del tiempo y el boca a boca, hizo que la recogida de objetos de mayor o menor valor por parte de los alumnos impregnara a los demás habitantes de la partida rural, y que finalmente llegara a la ciudad. De momento, ya hay catalogados más de 22.000 objetos, aunque las piezas que realmente están almacenadas a la espera de que puedan ser recuperadas triplican este número.

El responsable del área de restauración y archivo, Rafael Martínez, afirma que en el 99% de los casos las piezas que llegan al museo son donaciones desinteresadas de particulares. "Funcionamos por la proyección social que tiene", asegura. "Hay conciencia sobre su importancia", añade.

Cuando los objetos llegan a los talleres de restauración, el estado es lamentable, y sólo recuperan su antigua imagen después de varias horas de trabajo.Aunque el germen del centro es el campo, ha trascendido completamente al casco urbano, donde se han recuperado piezas de comercios tradicionales, tiendas de sombreros, música, telas, cines, o farmacias. En el apartado agrícola, las industrias tradicionales de la alpargata, las labores de la palma, las herramientas para la trilla, o los instrumentos para la producción de vino o aceite, centran la muestra. Como todo museo que se precie, el agrícola de Puçol tiene una joya. Se trata de un auca, un juego de apuestas del campo de Elche datado a principios del siglo XX, en el que mediante un artilugio de madera se lanzan dos dados decorados con dibujos. Las apuestas se realizaban sobre un tablero con diversos iconos alusivos al campo. Los responsables del centro afirman que se trata de un juego ambulante del que no se conoce otro similar.

El legado es inmenso. Carteles y programas de mano de películas, junto al proyector de cine del Gran Teatro; fusiles de la guerra civil, una linotipia. Para dar cobijo a esa prolija colección, el Ayuntamiento de Elche construye unas nuevas instalaciones.

El museo, que fue reconocido como tal en 1992 por la Consejería de Educación, cumple una función primordial. "De no quedarse aquí las piezas terminarían por desaparecer", asegura Rafael Martínez.

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