Rivaldo marca la diferencia
Resolvió el Barça otro ejercicio defensivo. Comenzó el partido con Rivaldo enseñando el Balón de Oro y lo acabó con Bogarde cerrando el área, síntoma de los nuevos tiempos que corren por el Camp Nou. El referéndum sobre el brasileño, saldado como se suponía a favor del futbolista, se convirtió en un acto de protesta contra la irrupción del zaguero, no por sus defectos, que los tiene, sino por la decisión del entrenador, víctima del pánico ante el acoso del Racing, que mereció mejor suerte por su laboro. Le perdió la falta de pegada, la poca puntería de Munitis y el viento que desde hace un tiempo sopla a favor del Barça, que acabó el encuentro de muy mal humor. La hinchada no se conforma con el resultadismo sino que pide un punto más de generosidad.Sabedor de que ha tirado de la defensa para combatir la crisis invernal, al Barça le cuesta dejarse ir en ataque en el momento en que se le exige que vaya a por el liderato. A fuerza de negar al contrario, de atender más la recuperación que la creación, el equipo ha perdido capacidad de afirmación, atrevimiento, osadía. Transita pausadamente, marcando los movimientos, procurando guardar la posición, incapaz de jugar a un toque, necesitando siempre de un primer control para hacer correr la pelota, una propuesta que favorece el recogimiento del contrario, gustoso de desplegarse a la contra.
BARCELONA 1 RACING 0
Barcelona: Arnau; Puyol (Bogarde, m. 91), Reiziger, Abelardo, Zenden; Lítmanen (Luis Enrique, m. 87), Xavi, Cocu; Figo, Dani (Simao, m. 68) y Rivaldo.Racing: Lemmens; Mellberg, Txema, Neru, Sietes; Espina, Colsa; Munitis, Vivar Dorado (Manjarín, m. 63), Amavisca (Rushfeldt, m. 82); y Salva. Gol: 1-0. M. 18. Figo abre para Zenden por el flanco izquierdo, el holandés controla, supera a Txema y centra al punto de penalti, donde Rivaldo cabecea, girando el cuello como un ariete, al poste izquierdo de Lemmens. Árbitro: José Mª García-Aranda. Mostró la tarjeta amarilla a Puyol y Vivar Dorado. Unos 70.000 espectadores en el Camp Nou. Rivaldo recibió el Balón de Oro en los prolegómenos del partido. En el estadio se guardó un minuto de silencio por la muerte de la madre de Victoriano Sánchez Arminio.
Jugada contra jugada, estadística frente estadística, el Racing tuvo por lo menos la misma productividad que el Barça. Atendiendo a la oferta de uno y otro equipo, únicamente el gol de Rivaldo les separó. El brasileño remató con la elegancia y contundencia de un ariete un centro de Zenden en posición de extremo. Las coberturas de Cocú, los desdoblamientos de Zenden y las entradas de Rivaldo por el callejón del 10 convirtieron al Barça en un equipo zurdo.
Quizá por el marcaje de Sietes, Figo tuvo menos presencia que en otros partidos cuando se decidía la contienda, y el equipo estuvo poco espabilado en explotar otros recursos. La falta de dinámica, de profundidad, avaló el dispositivo del Racing, que defendió sin apuros y se estiró con transiciones de buen ver. Arnau pareció más frágil que nunca, especialmente en los rechaces, y Munitis dispuso de hasta tres remates francos, uno de ellos abortado por el árbitro, después de que el cuero acabara en la red, por posición de fuera de juego.
Las jugadas puntuales, en otro tiempo condenatorias, como cuando por ejemplo el Málaga pasó por el Camp Nou, actúan ahora a favor del Barcelona, que tuvo la cuota de suerte propia de los equipos en racha. El Racing tomó la pelota y acabó por atacar con todo. Jugó el Barça demasiado para adentro, los medios cedieron y el rival se le comió la cancha. Dale que te pego, el equipo de Benítez provocó la rechifla de la hinchada, disgustada por el acobardamiento de su equipo, muy metido en su campo, demasiado pendiente de no encajar un gol que se perfiló en al menos tres remates, sobre todo cuando Amavisca robo una pelota y se la puso a Munitis para que definiera. Munitis, sin embargo, erró y el Racing se entregó para suerte del Barça, que acabó defendiendo como un equipo menor, librado a su suerte y entregado al recuperado Figo, que cerró el partido con diez minutos de antología, tanto por la forma como guardó la pelota como por la manera como la puso a sus delanteros. Pero los aspavientos del portugués llamando a la calma de nada sirvieron. A Van Gaal le entró un ataque de pánico y dio entrada a Bogarde, decisión que cabreó a la afición y agrandó el suspense del choque. Para suerte del Barça, el partido acabó tal y como estaba.
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