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"Los helicópteros no nos veían"

Tras casi cinco días a la deriva en una lancha neumática, viendo sobre sus cabezas a los helicópteros de rescate pasar una y otra vez sin darse cuenta de su presencia, ayer tarde terminó la pesadilla de cuatro hombres que salieron el domingo del puerto de Palamós (Girona). Rescatados por un pesquero en medio del canal Mallorca-Menorca, ingresaron desfallecidos al anochecer en el servicio de urgencias del hospital de Manacor, en Mallorca, tras ser desembarcados en Cala Ratjada. Casi no podían hablar, no recordaban sus apellidos y se contradecían al expresar emociones."Están conscientes y su estado clínico corresponde al de las personas que han pasado cinco días en el mar", explicó el doctor Feliu, que les atendió. Dos agentes del servicio de información de la Guardia Civil acudieron al hospital para esclarecer las circunstancias en que se desencadenó el suceso y el motivo de la frustrada travesía náutica. Los familiares de los desaparecidos tardaron en dar cuenta de su falta y al localizarse ayer la lancha los tripulantes eran cuatro, y no tres como advirtieron en un principio.

Los jóvenes Julián Fauria Ribas, de Lloret; Xavi Jaume, de Malgrat, y Óscar, así como Zegi, una persona de mediana edad y origen magrebí que no pudo articular palabra, salvaron la vida al ser avistada su lancha, que iba a la deriva, por el pesquero Pedro y Beatriz, que faenaba ayer entre Ciutadella de Menorca y Cala Ratjada. Los navegantes perdidos llegaron al centro médico cubiertos por una manta, encogidos, con el cuerpo dolorido, los ojos sin rumbo y la cara quemada por el sol.Estaban molidos a golpes por los incesantes bandazos de la barca, que iba a merced del oleaje intenso. Se mostraban ateridos y presas del pánico y el trauma que supone pasar abandonados, sin ropa de abrigo, mojados y hambrientos cuatro noches y casi cinco días entre las olas y el viento.

Invisibles para sus buscadores en un mar que en los mapas parece pequeño pero cuyas distancias se tornan inmensas en la superficie, inabarcables para la vista, estuvieron atrapados por el temporal, cuyas olas rompientes los camuflaban a los ojos de los rastreadores de salvamento.

"Los helicópteros de rescate no tienen ojos, no ven nada, uno nos pasó a 300 metros", confesaron los supervivientes en un breve diálogo que mantuvieron con EL PAÍS. Explicaron que hasta la misma mañana de ayer tuvieron agua potable, pero que no habían comido en los días en que fueron arrastrados por las olas y las corrientes desde la Costa Brava hasta Baleares, una zona con enorme trasiego de barcos mercantes, de pasajeros, pesqueros y de recreo. Su trayecto errático sobre las corrientes y las masas de agua suma 185 millas. Siempre alejándose de la costa, no acertaban a dar con las islas y seguían por el centro del canal.

Durante los últimos días, la mar en esta zona ha sido brava, ha soplado viento de tramontana y mistral de hasta 120 kilómetros por hora y el oleaje ha alcanzado hasta seis metros de altura. La barca que ocupaban, una Valiant 850, una neumática semirrígida, de 8,5 metros de eslora, impulsada por dos motores de 250 caballos de potencia, no se hunde fácilmente, pero no está diseñada para permanecer muchas horas en ella ni sirve para refugiarse de las inclemencias. Es de color gris, circunstancia que dificulta su identificación en el mar.

"Nos ha pasado un poco de todo. Estamos groguis. Sé nuestros apellidos, pero ahora no los recuerdo. No estábamos pescando ni haciendo submarinismo; salimos de paseo, a dar una vuelta. ¿Qué pasó? Fallaron los motores y quedamos parados. Fue un cúmulo de mala suerte. Soltamos cohetes. Se nos mojaron las baterías de los móviles", explicó uno de ellos cuando mientras ingresaba en el hospital.

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"Peor suerte, imposible", prosiguió otro de los rescatados, "Bueno, menos mal que nos han salvado la vida estos pescadores".

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