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Convirtiéndose en ex

¿Existen formas distintas de romper una relación política? Al margen de los hechos que conducen a las dimisiones, ¿los políticos jóvenes y los viejos políticos abandonan de la misma manera el hogar del partido? En términos de estilo y de personalidad, el divorcio político de Pimentel, Borrell, Asunción o González, por poner sólo unos ejemplos, no manifiestan las mismas características. ¿Mujeres y hombres rompen con la política de igual forma? En definitiva, ¿los "ex" de la vida política, los que rompen sus relaciones con el grupo y el hogar político, tienen conductas parecidas a los ex-maridos y ex-mujeres, cuando rompen sus lazos afectivos y familiares?Freud equiparaba la dinámica familiar con la psicología del grupo pero, al margen de interpretaciones psicoanalíticas, estarán de acuerdo conmigo en que existe cierto paralelismo entre algunos fenómenos de la vida familiar y ciertos hechos de la dinámica política. Por ejemplo, hay políticos que saben que sus relaciones con el partido y con los ciudadanos se han deteriorado, que ya no son lo que eran, y sin embargo se aferran a esa relación por encima de todo, intentando mantener lo imposible. Sus creencias básicas les impiden la ruptura, porque se socializaron aprendiendo que la afiliación política, como el matrimonio y la familia, es para toda la vida. Son los que entienden la política como pasión, como servicio y abnegación, como proyecto final. Por eso, cuando las relaciones políticas se deterioran, en vez de plantear el divorcio o la simple separación, se abrazan desesperadamente al cargo. Y si el partido les aparta y no les queda más remedio, firmarán los papeles del divorcio, pero no dejan de acosar, de perseguir, de intentar influir y orientar la vida del grupo, aunque sea adoptando el papel de "ex". Hay mucho de "ex" en Lerma, en Borrell, en Álvarez Cascos, en González..., y en tantos otros. Son los políticos románticos, los funcionarios o profesionales de la política.

Pero también existe el otro estilo de "ex", el de las familias y políticos posmodernos. Son los que rompen sus lazos pero mantienen las relaciones amistosas, incluso de vez en cuando se ven, se juntan en ceremonias y dan a conocer sus mundos ahora ya diferentes. Borrell y Romero, como hermanos separados, se reunieron no hace mucho en Valencia. Son rupturas familiares o políticas suaves, tranquilas, positivas, sin traumas y sin acosos. Son las rupturas de aquellos que entienden la familia y el matrimonio, o la política y el partido, como algo temporal, con un principio y un final. Dicen sí, pero no para toda la vida. Son políticos de contrato temporal que, como las parejas posmodernas, rompen lazos de forma pacífica y positiva, por razones de autorrealización personal y no por rupturas apasionadas. Un ejemplo reciente es la dimisión de Pimentel.

Hace tiempo que la literatura posmoderna venía avisando que las nuevas generaciones viven la política de manera distinta a como lo hacen las generaciones de posguerra. Las nuevas generaciones no son hombres de partido, al viejo estilo, no les gusta el carné, la cuota y mucho menos de afiliación de por vida. Son adictos a sí mismos, como lo son el resto de los jóvenes. Los nuevos valores de estas generaciones políticas son la movilidad y la satisfacción psicológica. Su identidad varía, cambia continuamente y por eso pasan, atraviesan diversas esferas públicas, privadas, profesionales, y nada ni en nada se detienen. Pasan por la universidad, pasan por los partidos o las ONG, pasan por diversas relaciones afectivas y pasan por distintas experiencias ocupacionales. Lo que les define es pasar, pasar sin detenerse, navegar. Viven de forma intensa pero sin compromisos de por vida, y mucho menos si vienen impuestos desde fuera.

Es lógico que la dimisión de Pimentel, tan inesperada políticamente como prevista desde hace tiempo, según nos dice, haya provocado todo tipo de rumores. Siempre hay razones y motivos para no creer en las dimisiones políticas inocentes y planificadas. Tampoco son muy creíbles algunas de sus declaraciones; su prudencia pública o su timidez suenan a maquillaje psicológico. Y es que resulta difícil creer que ante su decisión, ningún dirigente político le haya presionado, en una dirección o en otra, o que el presidente del Gobierno haya aceptado que su paso por la política era un "contrato temporal", que Javier Arenas entienda y acepte su necesidad imperiosa de abandonarlo todo después de apostar por su futuro.

Y, sin embargo, esta dimisión, este divorcio, tiene algo creíble: su estilo y cierta interpretación psicológica. Representa a los nuevos políticos, a los nuevos estilos y formas de vivir la política. Es una ruptura que en su apariencia concuerda con los valores de las nuevas generaciones. No será del todo creíble políticamente, pero lo es en el ámbito de la personalidad política de lo post. Inaugura el estilo de las separaciones y dimisiones futuras. Unas rupturas provocadas no tanto por temas políticos, por ineficacia de gestión, tampoco por corrupciones, y ni siquiera por estrategia planificada de partido. Son abandonos por necesidad de realización personal, por la urgencia de ser uno mismo, son rupturas psicológicas, anímicas. Es la dimisión de los nuevos políticos que piensan que el cargo no hay que conservarlo, sino consumirlo, vivirlo y luego pasar de largo. Es la forma de vivir la política de las nuevas generaciones, sean estos de izquierdas o de derechas, hombres o mujeres. Su lealtad no es con el grupo político, ni siquiera con los electores, sino consigo mismo y con sus sentimientos. Para estas generaciones la política no es su vida, ni su ambición, ni su meta, aunque en un momento dado pasen por ella, tengan éxitos, consigan cargos importantes y cumplan con una tarea. Nos guste o no, la política es cada vez más una ocupación temporal y transitoria.

Otra cosa es que este nuevo estilo se manifieste con más frecuencia en la derecha. Y es que la izquierda, los socialistas, dejan pocas posibilidades a la entrada de jóvenes políticos. No pueden presentar esta cara amable de la política, porque no les está permitido ocupar cargos, no les dejan sus mayores y viejos políticos que, o bien se han aferrado a la relación y mantienen su puesto, o bien acosan incesantemente al grupo político, haciéndose notar, impidiendo el paso a otros y a nuevas relaciones. La misión más urgente de estos jóvenes socialistas es provocar rupturas, conseguir divorcios, aumentar la tasa de "ex" entre los cuadros de su partido.

Adela Garzón es directora de la revista Psicología Política.

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