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LOS RETOS DE LA CIUDAD: Apostando por el Madrid del futuro

¿La ciudad de Madrid ha entrado en el año 2000? Cabe cuestionarlo, a la vista de la enorme distancia que separa a Madrid de las principales capitales europeas, comprometidas en procesos de transformación urbanística, económica y social de gran alcance, dirigidos a abordar los dos mayores retos del futuro de las ciudades: la sostenibilidad ambiental y la plena integración social de todos sus habitantes. Madrid no comparte, por ejemplo, los esfuerzos para reducir el uso del automóvil -la principal causa de contaminación acústica y atmosférica, así como de la ocupación irracional del espacio urbano- emprendidos desde hace tiempo en París, Roma, Berlín o Viena; esfuerzos que se traducen, en esas ciudades, en elevadas inversiones para aumentar el transporte público en superficie -mucho menos costoso que el metro- y el uso de la bicicleta -que supone ya más del 20% de los desplazamientos en algunas capitales europeas-. En lugar de avanzar en esta misma dirección, el alcalde de Madrid parecer seguir defendiendo lo que afirmaba Pompidou: "La ciudad tiene que adaptarse al coche": una máxima rechazada hoy, en Francia, por dos de cada tres ciudadanos. Álvarez del Manzano mantiene, sin rubor, que "los atascos son síntoma de la vitalidad de Madrid", y se limita a concebir nuevas operaciones de enterramiento del tráfico, en medio de un auténtico caos en la disciplina del mismo, que va desde el fraude generalizado en las multas a la ausencia de control en el uso de los carriles-bus o la discutible actuación de la grúa municipal.La sostenibilidad de la ciudad no depende sólo, desde luego, de la mejora de la movilidad: pero ésta resulta directamente condicionada por la distribución de los usos del suelo, es decir, por la principal competencia de cualquier Ayuntamiento. Y también aquí, la estrategia urbanística del PP en Madrid (en la Comunidad Autónoma y en el Ayuntamiento) está favoreciendo una dinámica de abandono del centro de la región metropolitana, opuesta a la orientación predominante de las grandes urbes europeas en las que se ha dado prioridad a la revitalización de la ciudad ya existente con respecto a las nuevas ampliaciones. Las actuaciones de rehabilitación del centro de Madrid -iniciadas mucho después que las de Valencia y Barcelona- tienen una ambición muy limitada y no parece que vayan a alterar significativamente la tendencia de la población más joven o con mayores niveles de ingresos a alejarse hacia la periferia, o incluso a otras localidades donde existen ofertas de viviendas mucho más asequibles o con una calidad del entorno mucho más elevada. Esa tendencia aumentará la insostenibilidad de la ciudad de Madrid, que ya recibe cada día casi un millón de personas procedentes del área metropolitana, y que ve crecer continuamente los problemas de marginalidad y de inseguridad de muchos de sus barrios.

La situación de enfrentamiento entre los máximos responsables políticos de Madrid, Ruiz-Gallardón y Álvarez del Manzano, constituye una grave rémora para cualquier planteamiento de desarrollo racional de la capital, que tampoco goza de un apoyo efectivo del Gobierno de la nación para superar los estrangulamientos existentes y contrasta con la definición de estrategias de desarrollo metropolitano de las capitales europeas. Un buen ejemplo es la caótica situación del aeropuerto de Madrid -que incide de forma negativa en la competitividad de la ciudad, y en la calidad de vida de miles de ciudadanos- cuyo futuro sigue arrojando incógnitas muy serias. La previsible construcción de un segundo aeropuerto -la opción más deseable, desde el punto de vista de la habitabilidad del entorno de Barajas- arroja dudas sobre la rentabilidad y la racionalidad de la inminente ampliación de una cuarta y de una quinta pista del actual aeropuerto, así como de las inversiones asociadas a la denominada Ciudad Aeroportuaria. Álvarez del Manzano parece estar completamente ajeno a todos estos problemas, instalado en una especie de beatitud pasiva y confiada. No parece importarle que Madrid pierda la oportunidad de conventirse en la capital europea de las tecnologías de la información y de la cultura de la lengua castellana: algo absolutamente posible, pero hoy día incierto.

El segundo gran reto para las principales ciudades europeas en el siglo XXI es el de la lucha contra la exclusión social, un auténtico cáncer para la convivencia y la democracia. Es evidente que Madrid no está preparada, por ejemplo, para integrar al todavía reducido porcentaje de inmigrantes -apenas un 3% de su población, frente al 20% de París o de Londres- en condiciones de ciudadanos de pleno derecho: sólo se adoptan soluciones coyunturales, del todo insatisfactorias. Los recientes informes de Naciones Unidas y de la Comisión Europea sobre los flujos migratorios previsibles en España advierten sobre la envergadura de esta cuestión, que debe ser abordada, por supuesto, desde los tres niveles de la Administración, pero donde las decisiones municipales -sobre el uso del suelo, sobre las dotaciones de las escuelas públicas, sobre la actuación de los Servicios Sociales del Ayuntamiento...- será determinante. Como lo será en las otras posibles trincheras de la marginación: en la atención a los mayores y a cualquier tipo de discapacitados, en la batalla todavía inconclusa por la igualdad de la mujer, en la plena incorporación de los jóvenes a las tareas sociales y económicas... No olvidemos que en la ciudad de Madrid, el 10% de sus habitantes vive ya por debajo del umbral de la pobreza, y este porcentaje tiende a aumentar.

Los temas hasta aquí apuntados son apenas pinceladas de la deficiente respuesta del Ayuntamiento de Madrid ante problemas que tienden a agravarse y que los ciudadanos perciben cada vez con más nitidez. Cuando los grupos de la oposición municipal plantean estas cuestiones y hacen propuestas concretas, el equipo de gobierno contesta con desprecio y arrogancia, afirmando que los ciudadanos de Madrid les han votado de forma mayoritaria porque siguen confiando en su capacidad de gestión de la ciudad.

Nada más falso. La mayoría de los ciudadanos de Madrid no votó a Álvarez del Manzano en las elecciones de junio de 1999. El 40% se abstuvo de votar, y más de 50.000 ciudadanos acudieron a las urnas para depositar un voto nulo o en blanco. En realidad, sólo el 29% del censo electoral renovó su confianza en un Ayuntamiento gobernado por el PP, cuyos votos cayeron en un 22% respecto de las elecciones de 1995. Por lo tanto, no es cierto, en absoluto, que Álvarez del Manzano goce de una aceptación generalizada como alcalde: todo lo contrario. Quien quiera dar a la abstención la interpretación de "normalidad democrática", "confianza en los que gobiernan" o de "ausencia de conflictividad", a mi juicio se equivocan. La abstención es una llamada de atención de los ciudadanos a los partidos políticos, a los que gobiernan y a los de la oposición, que no consiguen -que no conseguimos- movilizarlos para que manifiesten su adhesión a una opción concreta. Buena parte de la abstención en Madrid -aunque sea díficil esa cuantificación- corresponde a ciudadanos que no se sienten satisfechos de vivir en Madrid, pero que no se consideran lo suficientemente representados por los partidos de la oposición como para apoyarnos en su voto.

Ahí está el reto al que tenemos que responder todos los ciudadanos que apostamos por el progreso de Madrid y, en concreto, desde el Grupo Municipal Socialista-Progresistas, la única fuerza política que consiguió mejorar sus resultados en la última contienda, a lo largo de los tres años y medio que nos separan de las próximas elecciones locales. Nuestra principal tarea, a la vista de la elevada tasa de abstención registrada, debe ser la de contribuir al diagnóstico de los problemas urbanos y de su solución, para favorecer la movilización ciudadana; nuestro principal enemigo es la resignación ante la aparente imposibilidad de cambiar las cosas. Porque Madrid puede, y debe, convertirse en una auténtica capital europea, a la altura de sus potencialidades, liderando la transformación de las sociedades urbanas del nuevo siglo sobre la base de criterios de equidad, de solidaridad y de desarrollo sostenible.

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Cristina Narbona es portavoz adjunta del Grupo Municipal Socialista-Progresistas del Ayuntamiento de Madrid.

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