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27 láminas

JUVENAL SOTO

Políticamente extinto, Díaz Berbel no para de sorprender a sus conciudadanos, y a todos los andaluces del universo-mundo, con sus destellos de inteligente buen gusto. Ahora, cuenta Alejandro V. García, sabemos que este discípulo del legendario Mecenas había encargado un regalo para sus entonces compañeros de la corporación municipal granadina: 27 láminas, pergaminos según las luces de Díaz Berbel, profusamente ilustradas por el pintor Hipólito Llanes, a razón de 40.000 pesetas por lámina. Naturalmente el gasto carecía de la imprescindible consignación presupuestaria, como era costumbre en Díaz Berbel y continúa siéndolo en sus compañeros y compañeras del PP que permanecen en posesión de la vara del mando municipal. Sin embargo, ese gasto había sido aprobado por unanimidad en la comisión de Honores y Distinciones del Ayuntamiento de Granada, en la cual, supongo, no sólo participarían los concejales del PP. O sea, que lo de Díaz Berbel era contagioso.

Pensándolo mejor, no sé quién sería el portador del virus del contagio: si el barroquísimo Fermín Camacho -hoy ex concejal de Cultura de Díaz Berbel y siempre Niño Jesús de la granadina cátedra de Derecho Romano-, o si el propio Díaz Berbel, también barroco y dado en cuerpo propio y cartera mayormente ajena al levantamiento de vidrios repletos de burbujeantes cubatas. Lo cierto es que ambos personajes se merecían algo más que una ronda de pergaminos; las láminas, como honor exclusivo, será mejor dejarlas para el sucesor de Fermín Camacho, rara pieza cultural donde las haya y miembro inquieto de la peña de los decididos a hacer con la cultura una especie de rebuzno de asnote sano, con dos boxeadores lampantes flanqueando la figura de un Hércules andaluz.

A lo que íbamos: el pintor Hipólito Llanes -jubilado, miniaturista, reencarnación de los protomártires del cristianismo- se olió tras las elecciones municipales que no pillaba ni un duro a costa del encargo de los 27 pergaminos, y púsose en la cola de los damnificados por Díaz Berbel y sus pompas y sus obras. El hombre se acercaba todas las mañanas al Ayuntamiento de Granada, se apalancaba en el banco de los sollozantes -"¿Y de lo mío, qué?"- y, entre jipido y jipido acreedor, perpetró otra lámina, esta vez no por encargo y sí por la cara de zambra y Albaicín del nuevo alcalde de Granada, que a Llanes, artista fino, acaso le sonara a pionono y a morcón. Total, que Hipólito Llanes va a cobrar un millón de pesetas. Total, que los ediles berbelianos podrán enmarcar su pergamino para lucirlo, quién sabe, junto al retrato de un Díaz Berbel a la grupa del pollino adefesio -¿homenaje a sus fuentes del saber?- que el inquietante ex alcalde instalara en pleno centro urbano de Granada.

Comprendo que lo de Llanes era un papelón, pero no comprendo lo rumboso de la actual corporación granadina, salvo que dicho organismo haya decidido integrarse en la ONG de los pergaminos sin fronteras. ¡Coño, si la comisión de Honores y Distinciones aprobó por unanimidad el esperpento sin ocuparse de consignación presupuestaria alguna, que sea el ex alcalde presidente de tan unánime comisión quien le desembolse el dinero al Hipólito de los pergaminos! Ni a 2.000 llega el número de cubatas que Díaz Berbel dejará de meterse en el cuerpo por ese precio.

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