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Un psicólogo para el cogollo del radicalismo vasco

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Derecho a una diócesis vasca con el renglón torcido de sus nueve años en Zamora. Así ha escrito Roma la prometedora carrera de Juan María Uriarte Goiricelaya. Franco frenó su promoción episcopal mediante el famoso privilegio de presentación de candidatos y, desaparecido el dictador, Uriarte fue nombrado inmediatamente, a los 43 años, obispo auxiliar de Bilbao. Fue en 1976 y estaban abiertas todavía las heridas del caso Añoveros, el prelado que se libró del exilio sólo después de una severa advertencia de excomunión que el papa Pablo VI hizo llegar al caudillo casi moribundo.Cuando en 1991 el Vaticano trasladó a Uriarte a la diócesis de Zamora muchos pensaron que se había torcido su promoción a mayores destinos, porque nadie dudaba entonces de que sería el titular de la de Bilbao, a donde, sin embargo, Roma envió más tarde a un castellano, "un tal Blázquez", en palabras de Xabier Arzalluz, Ricardo Blázquez Pérez, que venía de la diócesis de Palencia y se consolidó en el cargo con prudencia y sabiduría.

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Intelectual brillante y pastor polémico

Nacido hace 66 años en Fruniz, muy cerca de Gernika (Vizcaya), en un ambiente nacionalista -es tío de Jone Goiricelaya, la dirigente de HB-, Uriarte creció en el seminario de Bilbao, del que fue nombrado director espiritual nada más ordenarse sacerdote y, más tarde, rector. Pero destacó sobre todo, en aquel turbulento Bilbao de los estados de excepción, por su tenaz defensa de los escasos respiraderos de libertad con que contaba entonces la mayor ciudad vasca.

Habla perfectamente francés, italiano y alemán, además de español y euskera, porque el ya obispo de San Sebastián, paralelamente a sus tareas pastorales, ha completado fuera de España una formación intelectual muy notable: a la licenciatura de Teología por la Universidad de Comillas añadió otra en Psicología por la Universidad belga de Lovaina (fue profesor de esa especialidad en Deusto y Salamanca), más un año sabático para ampliar los estudios teológicos, cuando ya era obispo, en el Colegio Español de Roma.

Lo cierto es que hoy, descartado el ya promocionadísimo cardenal de Madrid, Antonio María Rouco, el nuevo obispo de San Sebastián es el prelado español "más emergente", por utilizar una expresión muy repetida en Roma, el pasado otoño, durante el II Sínodo de los obispos europeos. En la delegación española a ese sínodo había dos cardenales, cuatro arzobispos y dos obispos, y uno era Uriarte, que fue el coordinador del grupo español y se convirtió, además, en la mano derecha del relator sinodal, precisamente el propio Rouco.

"Cuando hablas con él, enseguida te encuentras con el psicólogo", dijo ayer de Uriarte un sacerdote de su entorno. Es, también, un magnífico pastoralista. De hecho, en una biografía oficial fechada en Zamora el 28 de febrero de 1998 se subraya que "es muy notable su actividad pastoral fuera de la diócesis". "Todos los años dirige ejercicios espirituales, cursillos pastorales y conferencias a sacerdotes y seminaristas mayores de otras diócesis", dice la nota. Eso quiere decir que, además de buen teólogo, es un buen comunicador: el olfato de la jerarquía eclesiástica cuando escoge o recomienda predicadores no suele equivocarse. Pero su comunicación es precisa y casi siempre por escrito, para evitar decir más de lo que quiere, o que los demás lo interpreten de forma inadecuada. Es proverbial el respeto con que sus colegas de la Conferencia Episcopal siguen sus intervenciones, que suelen ser muy frecuentes. Por eso, siempre que pueden, lo eligen para cargos o representaciones, como la del pasado II Sínodo de Europa.

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Resultaría impertinente discutir sobre quién es más nacionalista, si el obispo Setién o su sustituto, Uriarte. Éste, desde luego, lo es, y lo saben de sobra quienes le conocen. Pero en Uriarte el sentimiento nacionalista, a la izquierda del PNV, además de con unas inequívocas y constantes condenas del terrorismo, tiene ese tono bonachón y pastoral de quien vivió décadas entre un pueblo profundamente mestizado, como es el de la diócesis vizcaína. Sus años de rector de seminaristas diocesanos y el tiempo en que ha sido obispo de los zamoranos han subrayado, además, esa formación de nacionalista comprensivo y progresista: en pocos sitios se encontraría mejor representada la marginalidad económica y social que en los seminarios vascos de los años cincuenta y sesenta, y no hace falta ponderar lo que apacigua la pasión por el propio terruño, aunque sea vasco, "el viajar y vivir en Zamora", bromeaba ayer un íntimo amigo del nuevo prelado donostiarra.

Sobre sus conocimientos del problema vasco, dicen que son "soberbios". Parece que Aznar dio por sentada esa sabiduría y capacidad cuando el año pasado escogió al obispo Uriarte para mediar entre el Gobierno y los terroristas etarras, pero también el expresidente Felipe González apeló a esos buenos oficios en una larguísima conversación en la desaparecida bodeguilla de La Moncloa, en la que también estuvo José María Setién, el obispo jubilado ayer.

Lo cierto es que este vizcaíno reposado pastoralmente en Zamora se hace cargo de la diócesis más conflictiva de España en una situación difícil. Pero no se siente "acoquinado". Ni siquiera porque, probablemente, deberá atemperar allí su mayor afición mundana: la de hincha irreductible del Athletic de Bilbao, a cuyos entrenamientos acudía de paisano, y amigo impenitente de Clemente, ahora entrenador de la Real Sociedad, el eterno rival del equipo bilbaíno.

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