Odisea a Egipto
Más que una fábula, un ramo de leyendas. Una fiesta sin diada ni liturgia. La Huida a Egipto sólo se notaba en el microcosmos de los belenes; hoy debían presentar la matriz de la cueva vacía sin vaca mística o toro solar ni asno del soma o mula madre del trigo; alejados los Magos, José tomaba las riendas de la Maredédeu de la Burreta, propia también del Corpus valenciano: Anem-s"en, Josep,/ anem-s"en, espòs,/ anem-s"en a Egipte/ sens tenir repòs.../ perquè Herodes/ diuen que ja ve. Antes de la marcha, el niño cumplió los ritos iniciáticos "según la ley de Moisés"; de esta circuncisión derivaron, milagrosamente, al menos, tres santos prepucios auténticos; uno "fue llevado por un ángel a Carlomagno" siglos después de Aquisgrán, según la Leyenda Áurea, fascinada porque en la resurrección "el trocito de carne no se reintegrase al lugar que le correspondía en el glorioso cuerpo". Hoy la iglesia católica celebra la fiesta del bautismo cristiano de Cristo a manos de un seglar judío, profeta aficionado y no cura profesional, posible iniciado esenio y, en contra de la práctica actual, cuando andaría por la treintena, pero eso sí, con una escenografía digna del Misteri d"Elx. Por su parte, las navidades domésticas se clausuraban con la familiar odisea del viaje a Egipto entre los portentos de los apócrifos, transmitidos hasta nuestros días: la palmera inclinada para ofrecer los dátiles de su copa y el agua de sus raíces, las parteras rosas de Jericó señalando el camino -una rosa mig s"obria-, el mágico jilguero que orienta perquè el bon Jesús no fos descobert, la vara de hinojo ahuyentador de brujas o el instantáneo trigo (la somereta en las antiguas religiones era el espíritu de los cereales): un home trobaren/ que sembrava blat.../ no va tardar una hora/ que ja era espigat.
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