El caganer
Se mantenía el betlem, después de la Epifanía, como señal de buen agüero y de acogida a vecinos, en aquella época en que incluso se visitaban, además de hablarse y ayudarse. Se introducían cambios según el calendario: los magos de vuelta a Oriente, los pastores a pastar, en la cueva preparando los bártulos y los soldados, a por judiitos -el primer progrom de la historia- por orden de Herodes el Grande, que, por cierto, murió en abril del año 4 antes de Cristo, con lo cual, la degolla debió ser entre el 6 y el 8 a. de J. C. El terror de los niños fue un infanticida; tuvo catorce vástagos legítimos y decenas de hijos con sus concubinas; está documentada su adición a asesinarlos. Con muy buen criterio, el rito mozárabe celebra hoy la matanza de inocentes; el 28 de diciembre es una fecha imposible, al no aparecer aún los magos. Valencia, en el Patriarca y la catedral posee reliquias de estos niños, algunas de incorrupto cuerpo entero. Y, el pesebre casero ahora da fugaz protagonismo al caganer, hasta Reyes escondido entre frondosos musgos. Fue pastor con barretina, sorprendido por urgentes exigencias de vientre. El mercado ya ofrece curas, monjas, guardiaciviles, ministros, humildes, potentados futbolistas y papanoeles, calzones bajados y faldones remangados, defecando. ¡El débil y finito vivir humano frente a la grandeza infinita del misterio navideño! Los cagones más antiguos están en Valencia, en la Llotja, del XV, y en el relieve de mármol, del XVIII, de la virgen de Montserrat del Museo de Bellas Artes. El carnavalesco y obsceno personaje recoge viejos ritos de fertilización e invocación de la fortuna: al abonar la tierra, queda fecundada -se atribuye a los excrementos buena suerte y mágicas curaciones- y, así, asegura salud, prosperidad y felicidad.
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