_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Digitalismo

ADOLF BELTRAN

Hasta el año que viene no empezará el siglo XXI, pero la entrada en el 2000 ha marcado sin duda un antes y un después con su combinación de fuegos artificiales y de suspense cinematográfico ante la amenaza de un fallo masivo de ordenadores y sistemas. Pese a las billonarias inversiones preventivas y a los nutridos comités de contingencias, nada ha dejado de funcionar a causa del efecto 2000 en los microprocesadores que infestan el planeta. No ha habido catástrofe informática. No obstante, la alerta ha servido para sustantivar el peso de lo digital en nuestra sociedad. Ha quedado así universalmente inaugurada una nueva era, un nuevo modo de desarrollo, una "reestructuración del modo capitalista de producción", tal como lo ha caracterizado Manuel Castells en un famoso ensayo. Probablemente estamos metidos en un cambio del modo de desarrollo y también en una nueva cultura. Por primera vez, la revolución tecnológica no ha fabricado una prótesis, una prolongación de nuestras habilidades, sino una máquina "en la que vale la pena vivir". Bill Gates, Steve Jobs, Steve Wozniak y todos aquellos chiflados que a mediados de los setenta comenzaron a moverse en el hervidero de Silicon Valley abrieron, para bien o para mal, un proceso que está cambiando el mundo, a base de información, de simulación, de virtualidad, de interacción. Aunque estamos inmersos en lo que Nicholas Negroponte ha bautizado como el digitalismo, las calles de nuestras ciudades son aún las de ayer. Tras la resaca, la vida se despereza en ellas con la soñolencia de todos los nuevos años. Dicen que la gran mutación en la que navegamos nos hará codificar la realidad de otra manera, cambiará nuestros usos sociales, el entorno de nuestra civilización. De hecho, ya nos está obligando a actualizar vertiginosamente nuestros saberes, nuestros conocimientos. Que mientras tanto vivamos el trance de convertirnos en gentes del siglo pasado, de un milenio anterior, parece una insignificancia en el horizonte de una aventura semejante. Y sin embargo, el efecto 2000 tampoco ha erradicado la melancolía.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_