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E. CERDÁN TATO
El 2000 es el escenario de una negación áurea: el sexo femenino como certificado de garantía de una virilidad agresiva, dominante y presuntuosa, se está poniendo por las nubes. El supuesto macho insaciable -"unos buenos orgasmos son el primer deber de un hombre", escribió Jack Kerouac-, lo tiene cada día peor. Ahora, le va a resultar más arriesgada la captura, con cepo y coacción, de vaginas, para mostrarlas a sus amigos, sobre la chimenea, entre cabezas de jabalí y rebeco.
Las trabajadoras de talleres y fábricas, las secretarias y las cajeras, han pasado a ser especies protegidas por la justicia. Algunos magistrados, más atentos a la bragueta que a las leyes, estarán desolados; sus sentencias absolutorias en materia de violaciones y acosos sexuales, causaron asombro, indignación y escepticismo: las dictaba una inconfesable complicidad de bajo vientre.
En las postrimerías de l999, el Tribunal Constitucional determinó que "una señal de carácter no querido por parte de la víctima es suficiente para deshacer cualquier equívoco o ambigüedad". O sea, que un simple no basta para desvanecer la ansiedad de quienes persiguen a sus empleadas y las chantajean con el puesto de trabajo. El Tribunal Constitucional ha rubricado, en parte, la "Declaración de los derechos de la mujer" que propuso Olimpia de Gouges, en plena revolución francesa y que los varones alzados contra la tiranía, rechazaron sin más. Ya no se le exige a la mujer pruebas heroicas, ni resistencia numantina: sobra con una negación. Probablemente más de un empresario y jefecillo proclives a la vileza, se van a sentir humillados.
Pero ya eran una miseria cuando se consideraban usuarios de aquel abominable derecho de pernada. El 2000 puede erigirse en un no rotundo a otros muchos acosos y tropelías que también sufre la sociedad: el acoso electoral, las listas negras, el emergente autoritarismo, la injusticia, la desigualdad, la xenofobia. No, diguem no, a cuanto apesta a regresión y fascismo. Que es tela marinera.
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