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El ecologista que ganó al KGB

Absuelto un oficial ruso acusado de alta traición por revelar secretos nucleares para una campaña conservacionista

Mal año para los herederos del KGB en su intento de silenciar a los oficiales que divulgan los peligros medioambientales que plantea la flota nuclear rusa. Su última derrota se produjo ayer en un tribunal de San Petersburgo, cuando el juez Serguei Golets absolvió de la acusación de alta traición y espionaje a Alexandr Nikitin.Este ex capitán de la Marina, de 46 años, se enfrentaba a una petición fiscal de 12 años de cárcel como consecuencia de su colaboración con Bellona, una organización ecologista noruega, en la preparación de un informe sobre los peligros para el medio ambiente que plantea la flota atómica del Norte.

Aún no estaba claro ayer si el FSB (Servicio Federal de Seguridad) iba a tragarse el sapo o si recurriría ante el Tribunal Supremo, pero el ambiente en medios de la defensa era de euforia, como si se diera por terminada una pesadilla que se inició hace más de cuatro años.

El 5 de octubre de 1995, agentes del FSB, la rama interior del Servicio KGB soviético, que presidía hasta hace unos meses el hoy primer ministro Vladímir Putin, registraron por sorpresa la sede de Bellona en Murmansk, el puerto del Ártico donde tiene su base de la flota del Norte. Más de 60 personas fueron interrogadas.

Cuatro meses después, el 6 de febrero de 1996, Nikitin era detenido en San Petersburgo, acusado de espionaje y alta traición. Comenzó entonces su penoso calvario, cuyo episodio más siniestro fue la estancia de 10 meses en la cárcel, en régimen de aislamiento. Desde entonces, el FSB se ha resistido a soltar su presa y ha llegado a procesar al ex capitán hasta nueve veces. Según la acusación, Nikitin penetró gracias a su carné de oficial en una base militar para consultar documentos clasificados como "alto secreto" utilizados para el informe de Bellona.

En octubre de ese mismo año, 1.500 copias del informe sobre las fuentes de contaminación radiactiva de la flota del Norte fueron confiscados en el aeropuerto de San Petersburgo, aunque eso no evitó que su contenido se difundiera cada vez más por todo el mundo.

Hoy, basta entrar en la página de la organización ecologista noruega (www.bellona.no) para tener acceso al informe, que da toda clase de detalles sobre un peligro que se compara al de 500 bombas de Hiroshima juntas y que se deriva de la retirada de servicio de cerca de 100 submarinos nucleares, con combustible suficiente para causar una catástrofe ecológica terrible. Supuestamente, el riesgo mayor procede de 12 sumergibles hundidos cerca de la deshabitada isla ártica de Nueva Zembla.

El informe de Bellona y el caso Nikitin han contribuido a aumentar la ayuda occidental para conjurar la amenaza. Buena parte de la factura corre a cargo del Gobierno noruego, que tiene el peligro muy cerca, en la península de Kola.

Al emitir su veredicto, el juez Golets afirmó que el FSB violó en su acusación la Constitución rusa y la convención europea sobre derechos humanos, al basarla en órdenes secretas del Ministerio de Defensa que incluso entraron en vigor después de la detención de Nikitin.

Ayer, no sólo Nikitin cantaba victoria, sino Bellona y también organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional (que le había declarado prisionero de conciencia) y diversos Gobiernos occidentales que han considerado la acusación un simple montaje. Nikitin declaró ayer que no lamentaba lo que hizo y que, después de descansar un poco, desea continuar con su trabajo como ecologista.

"Es una derrota completa y vergonzosa para el FSB", declaró el abogado defensor, Yuri Schmidt. No es la primera este año. El pasado junio, un tribunal de Vladivostok (Extremo Oriente ruso) condenó a tres años de cárcel a otro prisionero de conciencia de AI: el periodista y capitán de fragata Grigori Paskó, de 37 años. Su delito: entregar a una cadena de televisión japonesa un vídeo que recogía el vertido ilegal al mar de desechos radiactivos por parte de la flota del Pacífico.

La condena fue considerada un triunfo, ya que la petición fiscal era de 12 años. Paskó quedó en libertad inmediatamente, en aplicación de una amnistía.

Tanto en el caso de Nikitin como en el de Paskó, nadie ha puesto seriamente en duda que los hechos que contribuyeron a hacer públicos fueran falsos o amenazasen la seguridad nacional de Rusia.

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