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Lo que toca ahora

Enric Company

Por lo que se está viendo en los dos meses y pico que van de legislatura, a Convergència i Unió (CiU) no le gusta ni pizca tener en el Parlament a un líder de la oposición que no hace más que trabajar. No hay día en que algún portavoz de CiU o algún miembro del Gobierno catalán no lance a Pasqual Maragall alguna advertencia del tipo "quién se cree que es", "sólo busca protagonismo", "quien marca el ritmo aquí no es él", etcétera.Ayer fue el propio Jordi Pujol quien dio muestras de este disgusto. Calificó de "ridículo" que el ex alcalde de Barcelona insista en que ahora lo que toca es presentar cuanto antes en el Parlament el proyecto de presupuesto de la Generalitat. Y le haya indicado, además, las grandes líneas que a su juicio deben orientarlo.

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Eso es lo mínimo que se le puede pedir al líder de la oposición. Y en cambio, al Gobierno de turno puede pedírsele algún argumento más sólido que el de la antigüedad en el cargo esgrimido por Pujol para rechazar la oferta. El presidente dijo que lleva 20 años haciendo los presupuestos de la Generalitat y nadie sabe mejor que él cómo han de ser y cómo se hacen.

La realidad es, sin embargo, que el Gobierno de Pujol está en minoría en el Parlament. Tiene sólo 56 diputados de 135 y, por lo tanto, necesita obligatoriamente el apoyo de al menos otro grupo parlamentario para sacar adelante los presupuestos del 2000. O sea que tendrá que aceptar la oferta de pacto de Maragall o la de otro.

Todo indica que el presidente pretende llegar a las elecciones legislativas del mes de marzo sin haberse dado el abrazo presupuestario con nadie, porque se supone que cualquiera de las decisiones que entonces adopte tendrá menos costes. O porque el propio resultado electoral le habrá ya marcado quién debe ser su aliado.

Lo que Maragall le dice es que se deje de esperar a ver cómo se configura el escenario poselectoral y haga lo que es su trabajo como jefe de Gobierno: los presupuestos. Que una propuesta tan sensata provoque tan desabridas reacciones sólo indica que Pujol pretende seguir actuando como si no tuviera rival ni oposición. La tiene, y trabaja. Incluso puede que tenga razón.

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