El pan de la política
Al cierre del año se cierran también los presupuestos públicos del próximo ejercicio y los dirigentes institucionales y corporativos se afanan en darle el carpetzo a ese capítulo tan enojoso -para unos, que no para otros- que es el de los sueldos de la clase política. Así, al filo de las propuestas y debates que se suscitan, el vecindario se entera -nos enteramos- del salario que perciben nuestros gobernantes y, asimismo, del que aspiran a escanciarse a nuestra costa. Por lo general, y todo hay que decirlo, nadie se hará rico con esos emolumentos que, a la vez, nunca han ganado muchos de ellos, ni probablemente volverán a ganar. Con esos salarios, pocos talentos se sentirán tentados por la cosa pública. Sin embargo, aun en el ámbito de lo modesto, se perciben las codicias. Tal es el caso del Ayuntamiento de Alicante -y no exclusivamente-, donde se proponen aumentos del 30 % y el señor alcalde se codeará, por ese concepto, con el molt honorable. Y si encima no se lo gana, vaya pellizco el de Díaz Alperi.
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