Otras fotos
PACO MARISCAL
Con sana intuición y mejor tiento procuran conservar las imágenes del pasado. Son valencianos poco vociferantes que trabajan sin jactancia en el ámbito de la cultura. En mayor o menor número tropezamos con ellos y con ellas en casi todas nuestras comarcas. En Borriol, La Pobla Tornesa, Cabanes, La Vall d"Alba, Vilafamés, Benlloch y Les Coves de Viromà, localidades que tienen como punto de referencia el arco romano de Cabanes, se mueven. El arco se levantó hace casi dos mil años junto a la Via Augusta, junto a la calzada romana que fue la primera de las infraestructuras que articuló estas tierras valencianas. Y desde hace unos años, esos pacíficos y silenciosos talibanes del civismo organizaron las llamadas Jornades Culturals del Pla de l"Arc. Son maestros, labradores, trabajadores de la cerámica, pintores, amas de casa y ciudadanos heterogéneos, que se interesan por sus pueblos, sus calles, su patrimonio urbanístico y arquitectónico, sus bailes, sus costumbres y sus convecinos. Algún cráneo privilegiado como el de Joan Mateu Bellés, geógrafo y profesor universitario, les orienta. Son modernos y conservacionistas.
Quieren conservar, por ejemplo, las imágenes del siglo que ahora expira. Sus imágenes: las de sus pueblos. Acaban de editar un álbum de fotos, un libro, Vall d"Alba. Imatge fotogràfica: La nostra gent. Dejan constancia de los rostros humanos de la primera mitad del XX, para que la memoria los evoque y conserve en el nuevo siglo que vamos a estrenar.
La muestra fotográfica discurre por el trabajo en las viñas, el olivar, los algarrobos y las pequeñas huertas familiares de nuestro secano: discurre por fiestas y rituales religiosos con tintes preconciliares, es decir, tintes anteriores a la frescura que aportó a esas tareas el jovial anciano de Juan XXIII: discurre por uniformes y servicios militares de mozos ataviados con gorros de regulares o correajes relacionados con la Guerra de Cuba; discurre por donde los ricos y por donde los pobres, por laboriosas blusas y elegantes chalecos, por varones con la cabeza educadamente cubierta y mujeres con el pelo recogido; discurre por instantáneas escolares con maestro y niños de pantalón corto y con el pelo rapado, discurre por los años y la vida. Estampas de ayer, cotidianas, las de estos conservacionistas, que no conservadores que intentan prolongar en el hoy del recuerdo. No son el archiconocido y estudiado beso de los jóvenes el día de la Liberación de París, ni el miliciano alcoyano muerto al saltar la trinchera, que dieron la vuelta al mundo. Son nuestras fotos: las que captaron fotógrafos ambulantes de pueblo en pueblo o fotógrafos de estudio con fondos decorados, son las fotos de cotidianeidad en decenas de pueblos y ciudades valencianas.
Ni banales ni insustanciales. Una niña luce en su cabeza un gigantesco lazo, calza zapatitos de charol, y con un collar como baratija viste faldilla corta a lo charleston. Imágenes, fotos de nuestro siglo XX en imágenes, una lucha contra el tiempo. Las fotografías convierten en real cuanto es fugitivo en la historia o en la intrahistoria cotidiana de los pueblos y sus gentes. Quizás por eso algunos pretenden evitarlas, aunque sea en la modernidad, como ese cráneo destartalado de alcalde que ronda la marjal de Pego-Oliva y que impide fotografíar las bombas de agua que desecan los humedales valencianos. Las jornadas culturales de finales del incipiente siglo XXI olvidarán su destartalada figura.