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Reportaje:

Sin malos humos

¿Una simple maceta puede ser un símbolo? Para Ana, lo es. Un símbolo del triunfo de su voluntad sobre su dependencia del tabaco. Lo compró con el dinero que se ahorró en cigarrillos en apenas unos días. Ahora que lleva un mes sin probar calada, el vegetal-símbolo decora su terraza y hace las veces de recordatorio de sus votos de abstinencia tabáquica. La adquisición no fue caprichosa, sino un paso más de la terapia de deshabituación que sigue la unidad de la Asociación Española contra el Cáncer de Málaga y que obliga a autoobsequiarse durante los seis meses posteriores al desenganche. "Espero que ahora no se me marchite la planta", bromea Ana. Sus compañeros de viaje saben que no es fácil, pero tampoco imposible. Todos dejaron de fumar a la vez y ya llevan un mes en el club de los ex fumadores. "Treinta y un días", precisa Manuel, a quien un infarto le empujó a dejar el cigarrillo durante más de dos años. "Pero recaí, después intenté dejarlo un par de veces, pero a la semana volvía a fumar. Por eso acudí a la asociación", explica.

Dejar el tabaco sin la ayuda de profesionales es muy difícil. Según Salvador de Oña, responsable de la unidad de tabaquismo de Málaga, el 98% de quienes intentan superar la dependencia por su cuenta, fracasa. Y es que el síndrome de abstinencia, la ansiedad o el sobrepeso pueden echar por tierra hasta la más firme decisión de abandonar el hábito del tabaco.

El tratamiento de la asociación, a caballo entre lo médico y lo psicológico, ataca estas tres causas de recaída. Parches, chicles y sprays aportan la nicotina que el cuerpo echa en falta y la terapia de grupo, las armas psicológicas para enfrentarse a la tentación de dar una caladita. "No hay que fumar ni un solo cigarrillo. El riesgo de recaída es más alto que con el alcohol, la heroína o la cocaína", advierte Oña. Ana, Manuel, Carmen, Beatriz y Juan José están en un momento crítico. Ya han superado el mono, pero no están a salvo de una recaída. Por eso el médico les previene: "Un exceso de confianza puede provocar fantasías de autocontrol. Ése es un punto débil".

Salvador Oña no sólo les habla como médico, sino como ex fumador. Durante 20 años consumió más de una cajetilla diaria: "Sé que no es fácil dejarlo. En esta unidad trabajamos con grandes fumadores, gente que lo ha intentado ya varias veces y que necesita ayuda. El único requisito que les exigimos es que realmente quieran dejar de fumar".

El empeño de la asociación en luchar contra el tabaco tiene fundamento estadístico. Su consumo provoca nueve de cada diez cánceres de pulmón y está asociado a una veintena de enfermedades. Hasta ahora la unidad -creada hace poco más de dos meses y una de las pocas que existen en la comunidad andaluza- ha logrado unos niveles de éxito que rondan el 80%. Oña aclara que hasta que no transcurran seis meses, los pacientes no reciben el alta y que, por lo tanto, aún es prematuro hacer balance.

El programa de deshabituación tabáquica es gratuito, aunque el tratamiento sustitutivo de nicotina supone un gasto farmacéutico de unas 15.000 pesetas mensuales porque la Seguridad Social no lo asume. Para su coordinador, a la larga la salud compensa el sacrificio económico y personal. Por eso, se empeña en armar de fortaleza a sus pacientes; para que, ya que se han acostumbrado a tomar el café con spray de nicotina, no se les vaya a ocurrir celebrar el año 2000 con un cigarrito.

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