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El Ejército ruso recibe la orden de tomar la capital de Chechenia

El Ejército ruso tiene clavada muy honda la espina de su derrota de la Nochevieja de 1994, cuando sus carros de combate fueron cazados en las calles de Grozni y centenares de soldados se convirtieron en carnaza de perros y gatos en ese escenario de pesadilla. La revancha se ha hecho esperar cinco años, pero está al alcance de la mano. Completado el cerco de la capital chechena, y tras semanas de implacable fuego artillero, el jefe de las tropas en el Cáucaso ha recibido la orden de poner en marcha una "operación especial" para tomar la ciudad. Parece cuestión de días.

El primer ministro, Vladímir Putin, generaliza esa euforia y, sin poner una fecha tope, afirma que la campaña militar para devolver Chechenia al redil casi ha concluido. Ayer, el Senado ruso aprobaba el presupuesto para el año 2000 y ratificaba el Tratado de Unión con Bielorrusia, paso aislado, siquiera simbólico, en la regeneración del espacio soviético. Sin embargo, donde realmente se pone a prueba la solidez de la heterogénea Federación Rusa es en Chechenia. Y allí, después de tres meses de campaña, y de un avance de apisonadora, está ya a punto de asalto el trofeo más preciado: Grozni.Putin, reforzado en sus aspiraciones presidenciales con el resultado de las legislativas del domingo, se reunió ayer con el líder del Kremlin, Borís Yeltsin, y declaró luego que el final de la "operación antiterrorista" está cerca, aunque no hay fecha tope. Fuentes del Ministerio de Defensa citadas por la agencia Interfax precisaron que la orden de tomar la ciudad se ha cursado ya y se ejecutará en cualquier momento.

Las "fuerzas y medios necesarios" se encuentran ya a punto, incluidos centenares de francotiradores y unidades especiales contra la guerra química. Aunque, oficialmente, se insiste en que no habrá un asalto, como el de humillante memoria de hace cinco años, se ignora cómo será la "operación especial". Tras semanas de intensos bombardeos aéreos y artilleros, los rusos controlan la zona del aeropuerto norte, los distritos de Jankalá y Chernorrechie y los accesos a la ciudad.

Según los militares, los 2.000 boievikí [combatientes chechenos] que resisten en la ciudad dan ya la batalla perdida y sólo buscan una vía de escape para evitar el exterminio. Cien de ellos han muerto en los últimos días al intentarlo, 30 ayer mismo.

Fuentes chechenas ofrecen, por su parte, un retrato muy diferente de la marcha de la batalla. Aseguran que están causando centenares de bajas a los rusos y sostienen que el sitio es poroso y les permite recibir refuerzos y suministros.

Entretanto, decenas de miles de civiles (en su mayoría ancianos, enfermos, mujeres y niños) están atrapados, viviendo como trogloditas en los sótanos y sin atreverse a utilizar los corredores humanitarios. Según los rusos, porque los guerrilleros se lo impiden y les disparan por la espalda. Según los chechenos, porque los federales no hacen distingos y tiran contra todo lo que se mueve. En la guerra anterior, cuando los independentistas perdieron Grozni huyeron a las montañas del Sur y del Este, lamieron sus heridas y prepararon el contraataque. Ésa parece ser también ahora su intención, pero el mando ruso no está dispuesto a que se repita la historia. En las últimas semanas se está cortando también el aire a los guerrilleros en ese terreno con bombardeos implacables, lanzamiento de paracaidistas, bloqueo de comunicaciones y ataques a focos de resistencia.

Los chechenos denuncian que se trata de una limpieza étnica en toda regla. Los rusos insisten en que sólo los terroristas tienen algo que temer, pero frecuentes efectos colaterales (que dejan en mantillas los de la OTAN en Kosovo) y acusaciones de matanzas indiscriminadas (la última en Alján-Yurt, con 40 víctimas inocentes) se empeñan en llevarles la contraria.

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