Portugal se compromete a defender las libertades en Macao tras su devolución a China
El presidente portugués, Jorge Sampaio, reafirmó ayer "ante la comunidad internacional" el empeño de las autoridades lusas en preservar los derechos y libertades alcanzados en Macao. Con la devolución del territorio al régimen de Pekín, Sampaio puso fin al imperio colonial portugués y a cerca de 450 años de presencia en China. Fue un día de orgullo y emoción para los portugueses, mientras la comunidad china celebraba su regreso a la madre patria. La secta Falun Gong aprovechó para denunciar su persecución por el régimen comunista y reclamó la liberación de más de 10.000 presos.
Durante una solemne ceremonia, el presidente portugués explicó que el territorio, ahora regido por un régimen especial siguiendo el modelo chino de "un país, dos sistemas", "gozará de un alto grado de autonomía, expresado en instituciones propias de poder ejecutivo y legislativo, y de un poder judicial, servido por tribunales independientes". "A través de este estatuto", añadió, "será el pueblo de Macao el que gobierne su propia tierra de forma libre y democrática", como decidieron China y Portugal. El presidente portugués afirmó con rotundidad que "Portugal continuará solidario con Macao, empeñado en su futuro y seguro de que, también aquí, la democracia y las libertades son una realidad insustituible".El día amaneció frío y nublado. Durante un desayuno con periodistas extranjeros, el presidente Sampaio reconoció que sentía "una mezcla de orgullo y emoción al ver pasar 450 años de historia frente a mí, pero también una sensación de confianza en el futuro". Afónico pero sin perder la energía, Sampaio insistió en que "los derechos cívicos y políticos están garantizados" y responsabilizó a las autoridades chinas y a los nuevos gobernantes del territorio sobre cualquier "retroceso" en el modelo negociado entre ambos países. Y explicó que el propio presidente chino, Jiang Zemin, la había ofrecido garantías personales sobre el futuro del enclave durante su visita a Lisboa.
Alrededor de las diez de la mañana (siete horas antes en la España peninsular), un grupo de treinta seguidores de la secta Falun Gong, prohibida en China pero autorizada en Macao y Hong Kong, se concentraron frente al hotel Lisboa para denunciar su persecución por el régimen comunista de Pekín y protestar por la expulsión de seis de sus compañeros de Macao, el pasado viernes. Los manifestantes, algunos con impermeables amarillos con la inscripción "verdad, benevolencia y perseverancia", reclamaron la liberación de más de 10.000 presos en China y la legalización de su movimiento, una secta de inspiración budista que busca la mejora espiritual por la meditación.
Durante algunos minutos, los agentes de policía observaron tranquilamente los acontecimientos, pero rápidamente recibieron órdenes de disolver al grupo. Cuatro de ellos fueron detenidos y otros tantos fueron trasladados a varias furgonetas policiales con destino desconocido. Un responsable de Falun Gong explicó que la secta sólo pretende el diálogo pacífico con las autoridades de Pekín y no persigue objetivos políticos. Un portavoz de Amnistía Internacional denunció ayer que este tipo de actitudes represivas "constituyen una flagrante violación de las leyes de Macao, dado que están consagrados la libertad de expresión y reunión, y establecen un grave precedente para la implantación del régimen especial en el territorio".
Dos horas después llegó al aeropuerto el presidente chino quien fue recibido por el último gobernador portugués, el general Rocha Vieira. Jiang saludó a los congregados en el aeropuerto y se trasladó a su hotel, de donde no salió hasta la hora de las ceremonias de transferencia. Era la primera vez que un jefe de Estado chino pisaba suelo macaense. El secretario general del Partido Comunista chino, de 73 años, llegó acompañado por el primer ministro, Zhu Rongji, ocho vicepresidentes de la Asamblea Popular, siete ministros y una amplia delegación del partido.
De madrugada, los servicios de seguridad habían tomado el territorio y el cierre del tráfico en algunas áreas céntricas de la ciudad provocó enormes atascos de circulación. A las 17.03, el general Rocha Vieira arrió la bandera portuguesa del palacio gubernamental, sin poder contener algunas lágrimas. Una multitud de periodistas, curiosos y turistas asistieron al simbólico acto. A la misma ahora fueron arriadas el resto de las banderas de los edificios oficiales, a excepción de una: la que esperó la orden del presidente Sampaio, segundos antes de la medianoche.
Los cerca de 2.500 invitados a la ceremonia participaron en recepciones, fuegos artificiales, espectáculos musicales y un sabroso banquete. Tras la ceremonia y los discursos de Sampaio y Zeming, el presidente portugués abandonó el territorio con destino a Timor Oriental. A la una de la madrugada tomó posesión de su cargo el nuevo gobernador de la región especial, el exbanquero Edmund Ho, nombrado por Pekín y quien se autodefine como "no comunista". Comenzó entonces la fiesta china.
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