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La guerra llega a las urnas

Chechenia, la batalla por la presidencia y el juego sucio marcan las elecciones legislativas de hoy

Los rusos eligen hoy una nueva Duma (Cámara baja del Parlamento) sin nada parecido a un sistema de partidos como el existente en las democracias occidentales. El mapa político es radicalmente diferente del que existía en las últimas elecciones y el juego sucio, la guerra de Chechenia y la batalla por la presidencia tapan casi por completo la libre competencia entre programas e ideologías.

Sólo los comunistas, el partido más estructurado y potente del país, y los liberales de Yábloko han sobrevivido, con sus posiciones casi intactas, a cuatro años de convulsiones, enfrentamientos entre la Duma y la presidencia, y cambios de Gobierno que un psiquiatra podría explicar mejor que un politólogo.

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Lo más novedoso de estos comicios es la entrada en liza de dos nuevas formaciones que son emanaciones del mismo "partido del poder", pero que representan grupos de influencia, intereses y ambiciones rivales. El más reciente de estos bloques, Unidad-El Oso, que encabeza Serguéi Shoigú, ministro para las Situaciones de Emergencia, es un invento de última hora del Kremlin para segar bajo los pies de Patria-Toda Rusia. Este movimiento es el resultado del acuerdo entre el alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, e influyentes líderes regionales, y presenta como cabeza de lista al ex primer ministro Yevgueni Primakov, tal vez la víctima más destacada de los celos de Boris Yeltsin.

Al servicio de Putin

Sólo en un país como Rusia, sin tradición democrática, y donde la ideología importa menos que la actitud reverencial hacia el poder, podía darse el sinsentido de que un partido nuevo —sin programa, filosofía de Estado o implantación generalizada— pudiera saltar en unas semanas del cero al infinito. Pero eso es justo lo que ha ocurrido con Unidad-El Oso, que, a costa de Patria-Toda Rusia, se ha convertido según todas las encuestas en la segunda fuerza política, por detrás tan sólo de los comunistas.

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La formación de Shoigú es poco más que una plataforma al servicio de las ambiciones presidenciales del primer ministro, Vladímir Putin. Se le ha llamado desde "partido virtual" a "creación artificial" o "club de fans" del primer ministro. Putin es otro ejemplo de transmutación. En poco más de tres meses, y gracias a la guerra de Chechenia, se ha convertido en el claro favorito para relevar a Yeltsin en el Kremlin el próximo junio. Gracias al respaldo "personal" del primer ministro, y a varias "misiones humanitarias" en la república rebelde, Shoigú ha elevado su figura hasta unas alturas en las que él mismo debe sentirse extraño.

Pero ni la guerra ni el apoyo del Kremlin explican el panorama con el que hoy se abren las urnas en Rusia. Hacía falta, además, destruir al enemigo, sobre todo a Luzhkov, que se atrevió a insinuar que habrá que pasar factura (incluso desde los tribunales) por los excesos cometidos en los años de salvaje transición del comunismo al capitalismo corrupto.

Sobre el alcalde moscovita se ha vertido desde la televisión estatal basura suficiente para sepultar a una manada de elefantes. La misma campaña ha convertido a su aliado Primakov, hasta el verano máximo favorito, en uno más de la lista de precandidatos a la presidencia, que el ascenso imparable de Putin ha transformado en meros comparsas. Primakov, en un último intento de impulsar las posibilidades electorales de Patria-Toda Rusia, anunció el viernes que será candidato en las presidenciales de junio.

Los comunistas y Patria-Toda Rusia han hecho algún amago de alianza estratégica para intentar derribar a Putin en enero con una moción de censura. Para ello, haría falta un reparto de escaños contrario al Kremlin. Eso depende de muchas variables, entre ellas el número de partidos que superen el 5% necesario para obtener diputados en la mitad de la Cámara que se elige por sistema proporcional. No es descartable que salte esa valla la Unión de Fuerzas de Derecha (UFD), del ex primer ministro Serguéi Kiriyenko, y la lista del ultranacionalista Vladímir Zhirinovski, siempre dispuesto a vender sus votos al Kremlin, y no demasiado caros. Kiriyenko se reunió hace poco con el primer ministro, que aprobó un cartel electoral con este texto: "Nueva generación. Putin a la presidencia, Kiriyenko a la Duma. Necesitamos jóvenes". El primero tiene 47 años y el segundo 37. Y ya se especula con que Kiriyenko será el jefe de Gobierno del futuro presidente Putin.

Pasmosa moderación

En cuanto a los comunistas, la moderación de su discurso electoral es pasmosa. Nada de medidas sociales que puedan generar hiperinflación, ni de proponer la vuelta a la planificación soviética, ni de amenazar con la reprivatización de las grandes empresas estatales con las que se quedaron los oligarcas por cuatro chavos. Sólo la propiedad "obtenida ilegalmente" tendría que ser devuelta si los comunistas llegasen al poder. El propio Primakov ha virado en el mismo sentido para "evitar un baño de sangre" si se intentase remediar los abusos del pasado. Sólo Luzhkov insistía el martes ante 75.000 partidarios reunidos cerca de la plaza Roja en que había que meter en la cárcel a quienes saquearon el país.

Hay matices. Uno, muy notable, es el énfasis que los liberales de Yábloko y la UFD ponen en la defensa de la propiedad privada como bandera de la reforma. Pero es sorprendente el alto grado de consenso que hay respecto a temas clave. Como la guerra de Chechenia, tremendamente popular en Rusia, y a la que ningún partido osa criticar.

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