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Saramago lee en La Cartuja su discurso como Premio Nobel de Literatura

"No tengo más voz que la de mis personajes". Así concluyó el escritor José Saramago su discurso ante la Academia Sueca, que le concedió el año pasado el Premio Nobel de Literatura, y que volvió a leer anoche en la iglesia del Monasterio de La Cartuja, en Sevilla, invitado por la Universidad Internacional de Andalucía (UIA) y la Radiotelevisión de Andalucía (RTVA). El autor portugués tuvo cuatro presentadores (José María Martín Delgado, rector de la UIA; Eduardo Abellán, director de la RTVA; Manuel Pezzi, consejero de Educación, y Mercedes de Pablo, directora de Canal Sur Radio) y un público agradecido que se emocionó con sus palabras. El escritor advirtió de que su lectura no era inédita, aunque precisó que no es de esos conferenciantes "que le dan la vuelta al mundo con el mismo discurso".En su disertación, De cómo el personaje fue maestro y el autor su aprendiz, el Nobel hizo un alegato en defensa de la dignidad humana y volvió a rendir homenaje a su abuelo, Jerónimo Melrinho: "El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir". Y a su abuela, Josefa Caixinha, "que también ella creía en los sueños". De ellos aprendió las cosas más importantes de la vida y ellos marcaron el inicio de su carrera literaria cuando, muchos años después, al escribir sobre ambos, fue consciente de que "estaba transformando las personas comunes que habían sido en personajes literarios". Y algo parecido ocurrió con sus padres: "Al pintar con tintes de literatura a mis padres y abuelos estaba, sin darme cuenta, trazando el camino por donde los personajes que habría que inventar acabarían haciendo de mí la persona que soy: creador y al mismo tiempo criatura de esos personajes".

Saramago considera que sin ellos no sería la persona que es hoy y su vida tal vez no hubiese logrado ser más "que un esbozo impreciso, una promesa de existencia". Y a partir de ahí comenzó a engarzar los personajes, convertidos en sus maestros, con los que dibujó el mapa de sus preocupaciones y obsesiones, de sus novelas: desde el Manual de pintura y caligrafía a Alzado del suelo, Memorial del convento y El año de la muerte de Ricardo Reis, hasta llegar a Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres.

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