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Reportaje:

Atrapado en las cárceles marroquíes

"Uno de cada tres españoles recluidos allí es inocente", asegura el piloto Francisco Galiot, hoy en libertad

Las ratas, los piojos y las pulgas de la cárcel de Rabat no distinguen entre un hombre inocente y otro que no lo es. Lo pensó cada noche, durante cuatro interminables años, Francisco Galiot, de bruces sobre su jergón, oliéndole los pies a sus compañeros de celda, encajados como zapatos, uno al derecho y otro al revés. Lo ha vuelto a pensar ahora, durante las noches que otro español, Manuel Triviño, tuvo que pasar en la cárcel de Tánger.La historia de Francisco se parece mucho a la de Manuel. Los dos viajaron a Marruecos para trabajar -el primero de piloto, el segundo de camionero-; a los dos los acusaron de intentar traficar con gran cantidad de hachís. En uno y otro caso el fiscal pidió para ellos 10 años de cárcel. A Francisco lo condenaron. A Manuel, todavía no. Hay otra coincidencia más: todos los datos apuntan a que tanto Francisco como Manuel son inocentes. Ni mucho ni poco, simplemente inocentes.

Los 700 kilos de hachís por los que Francisco Galiot, natural de Córdoba, fue condenado en 1995 a 10 años de cárcel y nueve millones de multa fueron colocados en su avioneta mientras estaba aparcada en un hangar del aeropuerto de Tetuán. A Manuel Triviño, camionero de Guadix, le aliñaron 1.379 kilos de hachís entre cajas de tomates y pimientos. Los casos de Francisco y de Manuel conducen inevitablemente a una pregunta de difícil respuesta: ¿cuántos de los 82 presos españoles que sufren condena actualmente en Marruecos son inocentes y nunca tuvieron la oportunidad de probarlo?

Francisco Galiot, de 50 años, aviador de profesión, casado y con tres hijos, enfermo del corazón, un hombre instruido que ayudó a sus compatriotas durante su largo cautiverio en las cárceles de Tetuán, Tánger y Rabat, se atreve con la respuesta: "Yo estoy convencido, puedo asegurar, que uno de cada tres españoles presos en Marruecos son inocentes, tan inocentes como yo o como el camionero Manuel Triviño, pero con peor suerte".

No es Francisco el único que piensa así. El senador socialista Ignacio Díez está seguro de que entre los españoles presos en Marruecos -pescadores y camioneros fundamentalmente- hay muchos perdedores. Hombres que son enviados allí por sus patrones a por un cargamento de naranjas o de gambas, por tierra o por mar, con una instrucción muy clara: no hacer preguntas. "Luego, si hay problemas", explica Ignacio Díez, "el que es traficante siempre tiene el dinero suficiente para pagar la fianza o la multa, el trabajador no, y allí se queda". Condenados después de firmar ante la policía su propia declaración escrita en árabe, torturados a veces, defendidos -¿defendidos?- por abogados que esquilman a las familias a cambio de promesas que nunca se cumplen. El senador, que ha dedicado sus últimos años a reclamar los derechos de los presos españoles en el extranjero, recuerda que para que los cautivos en Marruecos puedan solicitar el traslado a España -merced a un convenio bilateral alcanzado en 1997- deben tener cumplida una parte de la condena y saldada la multa.

Aún hay otro problema, mayor si cabe: los presos que llegan enfermos a la cárcel o que contraen allí cualquier mal. Una fuente diplomática española en el norte de Marruecos confirmó ayer que la asistencia sanitaria en las cárceles es nula. "No hay medicinas y las condiciones alimenticias o de habitabilidad son muy malas, aunque han mejorado".

Francisco Galiot ya está en España. Las intensas gestiones del senador Díez y su deteriorado corazón, que amenazaba con un tercer infarto, influyeron en las autoridades de Marruecos, que admitieron su traslado a una cárcel española a pesar de no haber satisfecho la multa de nueve millones. Dentro de unos días saldrá por fin en libertad de la prisión de Córdoba. El pasado de Francisco está hecho del presente de los 82 españoles presos en Marruecos: ratas y chinches, lentejas para desayunar y una puerta de hierro que sólo se abre para adentro.

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