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"Desentesos" y resignados

ROSA SOLBES

Ayer era el día clave. Un mes después de la primera conminación al entendimiento del "valencianismo progresista", realizada por parte de un puñado de ciudadanos que No Se Resignaban, los cinco partidos se vieron las caras por tercera y última vez. Entre el "aún estamos a tiempo" de Joaquín Almunia y la vía balear hacia la izquierda, las formaciones que deberían representar el progresismo de este país (que existir, existió), se habían encontrado obligadas a aparentar cierto interés por construir una plataforma común.

Esta ha sido la negociación de las metáforas. Y tras la primera reunión, ya Manuel Pedrajas nos ilustraba con aquello de plantar el pino, navegar hasta buen puerto o llenar el saco con una abundante cosecha. Pero han sido las parábolas a lo Corín Tellado las más exitosas, aquellas que relataban el "festeo" y petición de mano, las renuencias y disensiones de los suegros de Madrid, la discusión sobre la dote, la diferencia entre un matrimonio por amor y el que sólo considera la conveniencia...

A todas éstas, el quinteto de hecho se dejaba fotografiar y se decían en rueda de prensa lo que al parecer nadie planteaba a puerta cerrada. Al otro lado, los presuntos invitados a una boda en perpetuo peligro, los cándidos que todavía creemos en el mito de la unidad de la izquierda, preguntándonos si EU y PSPV serían aún susceptibles de conciliación tras haberse arrebatado histórica y mutuamente unos novios veleta, muchos de los cuales por cierto han acabado en el tálamo del PP. O si las alianzas presentes del Bloc, apoyando votaciones de lo más conservador a través de CiU, no merecerían un reproche similar al que los enemigos del compromiso histórico hacían a Berlinguer en los 70, acusándole con bastante menos razón de "diálogos ocasionales y de alineamientos gelatinosos".

Ha sido un mes de cronistas escrutadores, de ciscarólogos alerta y un tanto estupefactos ante la sangre fría con que el Gran Organizador, tras permitir que se siente a la mesa del diálogo lo más bisoño de su partido, es capaz de reaccionar a la mañana siguiente:... "!Ah!, ¿pero es que ayer hubo reunión?".

Lo han tenido fácil los agoreros, los escépticos profesionales, poniendo en tela de juicio la honestidad del celestinaje ejercido por personalidades independientes; los bardos del PP, que reprochan a la izquierda "no reconocer honestamente sus evidentes éxitos".

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Lo peor de todo, y sin darles la razón, es que una nueva frustración eleva ya al cubo su poder mortífero sobre las esperanzas de cambio. Cierto: las masas no han estado a la puerta de las negociaciones reclamando un esfuerzo de generosidad e inteligencia, exigiendo que se encuentre ese terreno de acuerdo, esa Entesa para el Senado, aunque sólo fuera, y por usar términos mercantiles, con el fin de aprovechar las sinergias para hacer ventas cruzadas (¿y qué tiene ello de malo?, ¿no se trata de sumar votos?).

Con nocturnidad y alegoría, la fantasía romántica se ha esfumado. Y lo peor no es que la relación no llegue a buen fin, que el pino no haya prendido, que el barco naufragara o que el saco se rompiera. Lo más malo es que, una vez más, desentesos y resignados, hayamos de reconocer que este, sí, es el "evidente éxito" de la derecha.

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