ARDALES El reino de la variedad
Los alrededores de Ardales son como el cuaderno de campo de un naturalista concienzudo: en muy poco espacio se puede ver de todo. Desde un desfiladero majestuoso, habitado por águilas reales, a una iglesia mozárabe, tallada en piedra en el siglo X. Y además, las aguas verdes y pesadas de tres grandes embalses, y montes abruptos, que parecen cortados con un cuchillo caliente, y pinares, y cabras monteses... Este álbum viviente se encuentra a unos 60 kilómetros al noroeste de Málaga, y recibe cada año a cientos de excursionistas que eligen entre caminar, escalar, hacer rutas en bicicleta, remar, pescar, acampar o sobrevolar el lugar en parapente o en ala delta.Claro que a la hora de volar tienen preferencia las aves. Y un lugar de privilegio para observarlas es el Paraje Natural del Desfiladero de los Gaitanes. El desfiladero es un cañón estrecho y profundo, labrado por las aguas veloces de los tres ríos que coinciden allí (el Turón, el Guadalteba y el Guadalhorce). Y sus paredes, que alcanzan los 400 metros de altura, albergan especies vegetales y animales muy diversas, que se han adaptado a la perfección al reto de vivir en vertical. Junto al agua, en la zona más baja de los murallones calizos, hay mirlos y vencejos; en los pisos intermedios viven halcones, cernícalos y azores; y en el sector más alto se encuentran las grandes rapaces, como las águilas reales y los buitres leonados. Ya en territorio llano, las aves dejan paso a las cabras monteses, los gatos monteses, lirones y meloncillos.
En el desfiladero se ve bien clara la mano del hombre. No sólo porque una vía férrea lo atraviese limpiamente, sino porque hay un sendero -pensado, a lo que parece, para equilibristas de circo- que se pega a la pared y discurre por ella, a 100 metros sobre el agua. Es el Caminito del Rey, así llamado porque fue habilitado para el uso de Alfonso XIII, allá por 1901. Ahora está cerrado al público por razones de seguridad, pero impone incluso si se mira cautamente desde abajo.
Las ruinas de Bobastro
La presencia humana ha dejado muchas más huellas en este lugar. Además de las presas, que abastecen de agua a buena parte de la ciudad de Málaga, está el zumbido suave de la central eléctrica de La Encantada; están también los edificios de principios de siglo que acompañaron a las grandes obras hidráulicas. Pero, sobre todo, están las ruinas de Bobastro, en las Mesas de Villaverde.
Bobastro, una ciudad pequeña pero guerrera, fue el centro de la resistencia al emirato de Córdoba en el siglo X. De ella arrancó una rebelión que reivindicaba la vida campesina frente a la organización estatal de los omeyas. Hoy quedan sus restos: hay casas minúsculas, acompañadas de cámaras subterráneas, cuevas que se utilizaron también como viviendas, y, quizás lo más interesante, una iglesia excavada en piedra, abierta al cielo y gastada por el tiempo, con sus naves, su ábside, su cripta y sus arcos de herradura. La basílica es tan pequeña -16 por 10 metros- que parece de juguete, pero tiene un aire de dignidad desnuda que contagia al visitante. Los único que adorna los muros son los rosetones de los líquenes blancos y anaranjados y las matas de cicuta que brotan en las grietas.
A la iglesia se llega por un camino sinuoso, rodeado de pinos, palmitos, jaras, tomillos y lavandas. Desde allí puede uno asomarse y ver las cumbres afiladas y blanquecinas de la Sierra de Huma, cuyo pico más alto llega a los 1.191 metros.
La zona es amable y está perfectamente preparada para recibir visitantes. Hay un centro de acogida que facilita información sobre los valores ambientales y culturales del lugar, y sobre las rutas posibles, a pie o en bici. Existe un cámping a la orilla del embalse del Guadalhorce, entre otras posibilidades de alojamiento, sobre todo en El Chorro, a donde se puede llegar directamente en tren. Pero en los alrededores no faltan los pueblos con encanto: Ardales, con su fortaleza medieval, Carratraca, con su balneario decimonónico, Casarabonela, Álora... Las posibilidades son muchas y muy ricas.
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