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GUERRA EN EL CÁUCASO

A 5 km de Grozni

El enviado especial de EL PAÍS relata cómo las tropas rusas han completado el cerco a una casi derruida capital de ChecheniaLas tropas rusas se mueven con cautela en la Chechenia ocupada por temor a los ataques rebeldes

ENVIADO ESPECIAL Junto al río Sunzha, a medio kilómetro de la línea del frente y a unos cuatro de Grozni, se oye el continuo resonar de las baterías de misiles que siguen machacando la capital chechena. Los militares rusos proclamaron ayer haber completado el cerco de la ciudad, pero su impresionante máquina de guerra se mueve con cautela en la Chechenia ocupada. Hay que limitar al mínimo los sacos de plástico con cadáveres de soldados y los atáudes de zinc con sus restos que regresan a Rusia.

"Grozni caerá como una fruta madura"

Varios soldados rusos reparan un puente sobre el río Sunzha para dejar expedita para los carros de combate y los vehículos de transporte de tropas una de las principales vías de acceso a Grozni. Tras la toma de Argún, el pasado viernes, el cerco se estrecha, pero los militares aseguran que no se han fijado una fecha tope para entrar en Grozni, que esperan que caiga en sus manos "como una fruta madura". Entre tanto, la machacan incesantemente con fuego graneado de su artillería y de la aviación.Argún está también muy cerca del río Sunzha, apenas a cuatro kilómetros, pero el general de división Valeri Shpak, cuyo hermano Gueorgui es jefe del cuerpo de paracaidistas, no permite acercarse a la ciudad a un pequeño grupo de periodistas occidentales que recorren el norte de Chechenia, bajo control ruso. "En el bosque que ven ustedes, al otro lado del río", asegura uno de sus ayudantes, "en la carretera y en la misma ciudad los combatientes chechenos han plantado minas y puede que tengan aún francotiradores y organicen emboscadas". En realidad, la pax rusa no es todavía completa ni siquiera al otro del río Terek, donde la población civil, e incluso los militares, reconocen que hay tiroteos nocturnos e infiltraciones esporádicas del enemigo.

En toda la zona ocupada por Rusia, el tráfico de vehículos civiles es mínimo y está sometido a continuos controles militares. En una y otra dirección se mueven columnas de carros de combate, camiones cisterna y BTR (transportes blindados) con tropas. Los soldados con uniforme de campaña, gorros de piel o lana y botas embarradas, con el Kaláshnikov y granadas, muestran una expresión ausente, como si la guerra no fuese con ellos o como si ésta se hubiese convertido en una rutina.

Hacer la guerra y ahorrar

Algunos de ellos son de reemplazo y cobraban, como reclutas, apenas 30 rublos al mes. Ahora ganan hasta 100 rublos diarios, lo que supone el triple del salario medio de Rusia, pero, en esta guerra, hay soldados que cobran incluso hasta 830 rublos diarios, como uno de los encargados de la seguridad de una base rusa, que asegura que con el dinero que ahorre se va a comprar una segadora para mejorar la granja que tiene en la región de Volvogrado.

A escasa distancia del río, en unas colinas, hay una línea de trincheras más allá de unas casamatas protegidas con sacos terreros. A veces, carros de combate enteros están semienterrados y asoman tan sólo su cañón. Las trincheras tienen apenas un metro de profundidad y medio de ancho. Es evidente que no se han excavado para mantener largos combates, sino para hacer frente a esporádicos ataques de los milicianos chechenos, que, sin embargo, parece que han renunciado a plantar aquí batalla.

A un kilómetro del Sunzha se halla el pueblo de Petropavlosk, que cayó en manos de las fuerzas rusas el pasado martes, al parecer sin lucha. La estrategia de la "operación antiterrorista" -como Moscú insiste en llamar a una guerra abierta en la que tiene empeñados a 90.000 soldados- es, según diversos testimonios, machacar con la aviación y la artillería las afueras de las ciudades y pueblos de Chechenia. Se fuerza la huida de los boeivikís (los guerrilleros), cuya táctica no contempla los choques directos masivos y se hace posible la negociación con los cabecillas locales, los primeros interesados en evitar una destrucción masiva. Así se tomaron, por ejemplo, poblaciones como Achjoi Martán y Gudermés. Esta última se ha convertido en la capital de la "Chechenia liberada" y parece que lo seguirá siendo, al menos por algún tiempo, aunque se conquiste Grozni.

En Argún, sin embargo, los chechenos presentaron una feroz resistencia y vendieron cara su retirada, que para ellos no es derrota, ya que insisten en que no pueden librar batalla abierta si eso les supone pérdidas humanas imposibles de afrontar cuando se está en desventaja numérica de cinco a uno.

Los rusos siguen entretanto con su intento de tomar Urús Martán y completar totalmente el cerco de Grozni. Por el momento, los chechenos, que tal vez tienen allí a más de 3.000 combatientes, se enfrentan al avance enemigo mientras intentan mantener abierta la ruta de escape hacia las montañas del sur. En última instancia, aunque pierdan Grozni, confían en mantener una larga guerra de guerrillas y, como en la contienda de 1994 a 1996, lanzar una operación de reconquista.

El "general invierno"

Hasta ahora los rusos han combatido en terreno llano y con un tiempo que empezó siendo bueno, pero que ya está mostrando todo el rigor del invierno. Aunque aún no ha caído mucha nieve, el termómetro está ya claramente por debajo de cero, cualquier charco se convierte en una pista de hielo y un barro espeso y resbaladizo dificulta los movimientos de hombres y máquinas de guerra. En principio, el general invierno juega a favor de los chechenos, más dependientes de su propia determinación de luchar que de la tecnología.

La niebla, por ejemplo, impide con frecuencia el vuelo de los helicópteros, una de las claves del bombardeo incesante de las posiciones chechenas, que aquí, junto al río Sunzha, se muestra con especial virulencia. El MI-8 artillado que transportó a los periodistas desde Mozdok, en Osetia del Norte, donde se dirigen las operaciones militares de los rusos, no pudo despegar de vuelta al caer la noche ya que la visibilidad no llegaba apenas a 50 metros. Esa relativa desventaja que da a los rusos la meteorología parece, sin embargo, insignificante para frenar la ofensiva que, de manera lenta pero inflexible, hace que las posiciones rusas avancen cada día.

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