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FÚTBOL 14ª jornada de Liga

Estallido de irritación en el Bernabéu

Cuatrocientos aficionados arrojan piedras al autobús del Madrid tras el partido

Los aficionados madridistas vivieron y acabaron el partido enfurecidos, pero 400 de ellos no se fueron a casa a masticar su indignación: prefirieron esperar la salida del autobús que llevaba a los jugadores, y arrojarle latas de bebidas y piedras. Una escena fuerte, de la que no se recuerdan precedentes cercanos en Chamartín. Fue la manera en la que el madridismo expresó su descontento tras una noche frenética, en la que mientras el equipo transitaba sin pena ni gloria por su peor derrota en casa del último cuarto de siglo, en la grada los insultos alcanzaban niveles superlativos.A las ocho y media de la noche, mientras los jugadores calentaban sus músculos sobre el césped del campo, parecía que la afición del Bernabéu había perdonado a su equipo. Una muy buena entrada (más de 60.000 personas) y un clima distendido que presagiaban una noche tranquila de fútbol en Chamartín. Una hora después, el monstruo dormido que guardaba cada aficionado en su interior ya había estallado, y el ambiente en el estadio se había vuelto insoportable para los jugadores madridistas. También para la directiva, con la que los aficionados se ensañaron especialmente. El Bernabéu se volvió una olla a presión, y en esa histeria se mezclaban el estruendo con los pitos al equipo y los aplausos al Zaragoza, ironía con la que la afición premiaba al Madrid.

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Fue un partido de locos, con un ambiente hipertenso en la grada que contrastó con la indolencia del Madrid en el campo, que sólo durante un minuto (entre el descuento de Raúl y el cuarto gol del Zaragoza) mostró nervio, algo parecido a lo necesario para la remontada.

Tan rara estuvo anoche la meteorología de la grada que hasta un espontáneo se metió en el campo y, con el balón en juego, se dedicó en el borde del área que ocupaba entonces Bizzarri a saludar muy tranquilamente al Fondo Sur. Fue desalojado rápidamente (y hasta excesivamente) por un guarda jurado, que, quizás confundido por la crispación, a poco estuvo de golpear al hincha intruso.

La afición eligió primero a dos o tres jugadores para dedicarles su enojo: así fueron cayendo Guti, Seedorf y Bizzarri. Con el 0-3 la silbatina ya fue general, sin destinatarios fijos. "Que nos den las camisetas, que esta hinchada juega mejor", gritaban los aficionados, mezclando ya la furia con el humor negro. El que se salvó de la quema fue el entrenador, Vicente del Bosque, con el que los hinchas aún muestran piedad, y le reconocen que sólo lleva poco más de dos semanas en el cargo.

Ambos bandos, jugadores y afición, tendrán poco tiempo para reflexionar sobre sus sensaciones: volverán a encontrarse pasado mañana martes, cuando el equipo enfrente al Rosenborg noruego en la segunda jornada de la Liga de Campeones. Será la noche de un nuevo asalto, o de una difícil reconciliación.

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