Cientos de soldados en uniforme de camuflaje frenan el motín en Seattle
ENVIADO ESPECIAL Con el presidente estadounidense, Bill Clinton, en la ciudad, las autoridades de Seattle tomaron ayer medidas radicales para evitar que las calles fueran de nuevo conquistadas por los opositores ecologistas y sindicalistas a la Organización Mundial de Comercio (OMC). El centro de la capital de Boeing y Microsoft amaneció devastado por los disturbios del martes y tomado por policías antidisturbios, reforzados por cientos de soldados en uniformes de camuflaje de la Guardia Nacional. La policía detuvo a más de 240 personas.
Las 240 personas fueron detenidas por intentar penetrar en el área declarada "prohibida" para los manifestantes por las autoridades. En la noche del martes, el alcalde de Seattle, Paul Schell, declaró el estado de emergencia civil, acompañado por el toque de queda -medidas que se mantendrán hasta el final de la cumbre, previsto para mañana- y el llamamiento al envío de refuerzos de la Guardia Nacional, las unidades militares de los Estados norteamericanos.A esas horas, la gigantesca protesta contra la OMC ya había conseguido anular la ceremonia de apertura de la cumbre ministerial de esa organización, con los discursos de Koffi Annan y Madeleine Albright. La secretaria de Estado de Comercio pidió disculpas a los asistentes a la cumbre.
Los manifestantes, que llegaron a ser 30.000 según el alcalde Schell y más de 40.000 según el recuento de Associated Press, habían bloqueado a las delegaciones en sus hoteles y habían cercado por completo el teatro Paramount, donde debía de celebrarse la ceremonia inaugural. Pero la situación era aún peor al caer la noche del martes en Seattle.
Mientras la mayoría de los ecologistas y sindicalistas que habían participado en las protestas regresaban a sus casas, unos 5.000 jóvenes luchaban a brazo partido con la policía. Indignados por el uso de gases lacrimógenos por las fuerzas de seguridad, pequeños grupos de manifestantes destrozaron las cristaleras de varias decenas de comercios.
Tras ocho horas de permanecer a la defensiva, la policía de Seattle comenzó a reconquistar el centro de la ciudad tras la declaración del estado de emergencia y el toque de queda. Su instrumento fue el lanzamiento masivo de granadas de gases lacrimógenos. Las calles se llenaron de un humo abrasador, que no sólo expulsó a los manifestantes, sino fue respirado por cientos de periodistas y delegados acreditados para la conferencia de la OMC. La apocalíptica situación concluyó con el comienzo, a las 19 horas (nueve más en la península ibérica), del toque de queda. Pero el alcalde Schell, sostenido por el gobernador del Estado de Washington, Gary Locke, puso ayer los medios para no perder por segundo día la batalla de las calles. Schell informó que los disturbios del martes, provocaron 17 heridos y 68 detenidos.
Como el propio Clinton, el alcalde dijo comprender los sentimientos de defensa del medio ambiente y de los derechos laborales que impulsan a los manifestantes contra la OMC, pero añadió que no pensaba dejar que volvieran a adueñarse de la ciudad. Soldados con uniformes de camuflaje y material antidisturbios, aunque sin fusiles, reforzaban ayer a los policías vestidos de negro. Impedían el paso a cualquier persona no acreditada que intentara entrar en el amplio perímetro donde estaban los hoteles de Clinton y los ministros y delegaciones de los 135 países miembros de la OMC y el Centro de Convenciones. Si alguien insistía en intentar pasar era detenido de inmediato.
"Hemos ganado", gritaban los grupos que seguían manifestándose en Seattle. Se referían a su espectacular victoria al arruinar por completo la jornada inaugural de la cumbre de la OMC. Esta reunión, que Clinton imaginaba como una de las cimas del final de su presidencia, estará siempre asociada con la mayor protesta callejera del final de siglo norteamericano.
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