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TRIBUNALES

Un guardia civil que vigiló a Ferrándiz temió que matara otra vez

María Fabra

El comportamiento tan exquisito que Joaquín Ferrándiz mantenía durante el día se transformaba de madrugada. El testimonio del guardia civil que coordinó las labores de identificación y seguimiento del ahora acusado de las muertes de cinco mujeres en Castellón fue uno de los más llamativos de la sesión del juicio celebrada ayer. El testigo en cuestión se trasladó en febrero de 1998, junto a su equipo, de Madrid a Castellón a instancias del titular del Juzgado de Instrucción número ocho, que llevaba el sumario por la muerte de Sonia Rubio. Cuando la defensa del procesado le preguntó ayer por las anomalías que vio en la actuación de Ferrándiz cuando, a altas horas de la madrugada, se quedaba solo, el agente respondió: "No he pasado más miedo en mi vida. Tenía una mirada sádica y la mandíbula desencajada".Esta descripción choca claramente con la que habitualmente se hace de Ferrándiz, al que ayer el fiscal atribuyó un "aspecto casi beatífico". Según dijo el agente, Ferrándiz deambulaba con su coche y seguía a las chicas que caminaban solas para luego parar su vehículo y fijar la mirada en ellas. "Nosotros teníamos un miedo terrible cuando paraba al lado de una mujer", explicó, ante su convencimiento de que, si había matado en cinco ocasiones, como sospechaban, podía volver a hacerlo.

Además, de seguir a las chicas que caminaban solas observaba las despedidas que protagonizaban parejas de novios hasta que las jóvenes entraban a sus casas. Sobre la personalidad de Ferrándiz, el guardia civil apuntó que "si ha matado a tantas personas es porque tiene algún problema" y agregó que "su personalidad va más allá de la de un homicida".

Otro de los agentes que participaron en el seguimiento del acusado mantuvo ayer que los funcionarios de las juntas de evaluación a las que se sometía Ferrándiz, entonces en libertad condicional, pusieron de manifiesto en varias ocasiones la alta probabilidad de que éste volviera a reincidir.

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