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Teatro en favor de los débiles

Un éxito es un éxito, diría Gertrude Stein. Siempre es un éxito cuando todo un teatro, 1.200 personas, se pone en pie y aplaude largamente, intensamente, a los artistas, más de sesenta, que han intervenido en la función. Artistas que, aunque sólo sea por el mero hecho de haber estado sobre el escenario, han realizado el milagro de comunicar, de transmitir ideas y sentimientos. El milagro, quizá, de catalizar el sentido común, la idea que los reunía a todos, intérpretes y público, en aquel espacio. Pero también, lo que es más difícil, han logrado satisfacer esa promesa de que el arte debe ser necesariamente una bofetada, en cualquier sentido: intelectual, ideológico, emocional, social y, sobre todo, humano.No pudo haber nadie en toda la sala que saliera indiferente de Els quatre elements que el Grup Teatre Social Femarec, con poemas de Marta Pessarrodona, dirección artística de Glòria Rognoni y dirección escenográfica de Teresa Calafell, presentó en el Teatre Victòria. "El año que viene, en el Liceu, porque cabe más gente", dijo Amèlia Clara Quintana, presidenta de Femarec, al terminar la función. Lo obvio es que hace falta más gente, mucha más gente que las 1.200 personas reunidas en el Victòria para llevar adelante la tarea de la integración en sociedad de los discapacitados físicos y los enfermos mentales. Els quatre elements es, en efecto, una función llevada a cabo por ellos. Una obra que se remonta poéticamente a la filosofía y la ciencia de la antigua Grecia para permitir hablar, en el fondo, del sentido de la democracia, la nuestra, la de ese Occidente rico y culto, pero demasiado a menudo cruel con los más débiles. Más de sesenta actores interpretaron unos versos significativos en boca de quienes los desgranaban. La tierra, el agua, el aire y el fuego escenificados a través de diferentes acciones y elementos escenográficos, con algunos efectos sorprendentes. Poesía, danza, máscaras, Els quatre elements ofreció la posibilidad de sentirse importantes, queridos, aplaudidos, a unos actores que en la historia de la cultura han estado ausentes, pese a ser ellos, y la lucidez de su inocencia, uno de los orígenes del teatro.

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