El presidente de Chechenia asegura que la verdadera guerra aún no ha comenzado
La guerra proseguía ayer con extrema virulencia en Chechenia ajena a las visitas a Moscú del presidente de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), el noruego Knut Vollebaek, y del comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Álvaro Gil-Robles. Ambas partes, que exageran los daños del enemigo y minimizan los propios, sufren estos días enormes bajas. Pese a la superioridad aplastante rusa, la suerte aún no está decidida. El presidente checheno, Aslán Masjadov, declaró ayer que la verdadera guerra aún no ha comenzado.
Vollebaek logró por fin que el ministro ruso de Exteriores, Ígor Ivanov, "encontrase tiempo" para recibirle y discutir el cumplimiento de lo acordado en la reciente cumbre de la OSCE de Estambul, cuando los líderes de 53 países sacaron los colores a Borís Yeltsin, y le pidieron que cesara la ofensiva, emprendiese negociaciones de paz y permitiese la visita de una delegación de la OSCE a la zona de conflicto. Vollebaek no logró ayer el permiso oficial para la misión, aunque Ivanov dijo que pasará la petición al Gobierno para que éste decida. Si el viaje se concreta, probablemente se limitará a los campos de refugiados de Ingushetia y al territorio checheno que controla Rusia.Gil-Robles señaló que Rusia ha respetado todas sus sugerencias e indicaciones, y explicó la ausencia en su programa de una visita a la zona en la que resisten los independentistas asegurando que en estas misiones se hace lo que se puede de acuerdo con el Estado anfitrión y las "circunstancias del conflicto".
El ex Defensor del Pueblo español, que asumió el pasado octubre este cargo de nueva creación del Consejo de Europa, tuvo un exquisito cuidado en no pronunciar una sola palabra que pudiera ofender a Rusia. Así, evitó hablar de "guerra" o de "refugiados", y llamó a estos últimos "desplazados" y "personas que han tenido que salir de Chechenia".
El comisario de Derechos Humanos, que contestó a preguntas de los oyentes de la emisora Eco de Moscú, negó que haya injerencia del Consejo de Europa, y recordó que su visita se efectúa de acuerdo con Rusia, miembro de esta institución y obligada a respetar sus principios básicos. "Yo también soy comisario de Rusia", afirmó, y ésta es "la visita de un representante de una organización amiga a un país amigo".
Un oyente quiso ponerle en un brete al preguntarle qué pensaría de que soldados rusos fueran enviados al País Vasco. Su respuesta insistió en la idea de la no injerencia. Poco antes, en declaraciones a la agencia Interfax, había recordado que no se puede luchar contra todo un pueblo, que la violencia total sólo engendra violencia y que las autoridades españolas, en su lucha contra ETA, "nunca han aplicado esta actitud contra los vascos pacíficos".
Muy lejos de Moscú, en el Cáucaso norte, se libraba otro tipo de diálogo, el de las armas. Dentro de la dificultad de discernir la verdad entre las mentiras y exageraciones de los comunicados militares, podía deducirse que la ofensiva rusa halla una resistencia feroz en su intento de tomar Urús Martán, al suroeste de Grozni, y clave para completar el cerco de la capital. En ésta, las bombas reducen barrios enteros a escombros, pero los milicianos se refugian en los sótanos, excavan trincheras, minan accesos y entierran combustible para levantar una barrera de fuego si se produce el asalto.
Ganar tiempo sin bajas
El presidente checheno, Aslán Masjádov, dijo ayer por televisión que tiene 700 prisioneros rusos y que "la verdadera guerra aún no ha comenzado". Según él, se emplea una defensa activa para ganar tiempo sin sufrir muchas bajas mientras se espera una solución política. Ésta no asoma en el horizonte inmediato, y menos con mediación internacional. Ígor Ivanov, ministro ruso de Exteriores, volvió a rechazarla ayer e insistió en que éste es un conflicto interno.Los chechenos aseguran que han reconquistado dos localidades. Los rusos reconocieron la pérdida el domingo de una de ellas, Novogroznenski, pero dijeron que la recuperaron ayer. El número de bajas oscila entre las decenas y los centenares, según las fuentes. Más confusas aún son las noticias sobre la que podría ser una de las mayores batallas de la guerra, ocurrida el 17 de noviembre cerca de Jaratchoi, al sureste de Grozni. El mando ruso admite la muerte de 12 paracaidistas y la captura de otros dos, heridos, y se atribuyen la muerte de 65 chechenos. Éstos, por su parte, dicen que causaron más de 200 bajas al enemigo, y muestran imágenes de más de 40 cuerpos con uniformes rusos. Entretanto, Nikolái Koshman, viceprimer ministro ruso para Chechenia, aseguraba ayer que sólo quedan unos 45.000 civiles en Grozni, una ciudad que llegó a tener 400.000 habitantes. Añadió que la capital de la república caucásica será Gudermés, ocupada por las tropas federales sin encontrar resistencia y tras negociar con los líderes civiles de la ciudad. Según Koshman, las tropas federales han "liberado" ya seis distritos de Chechenia, dos de ellos "sin disparar ni un solo tiro". El viceprimer ministro ruso aseguró también que seis pozos de petróleo arden desde hace días, quemando 240 toneladas de crudo diariamente. Chechenia tiene importantes yacimientos en su territorio y un gran valor estratégico por ser la ruta natural del petróleo del Caspio.
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