_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Caridad 99

JUVENAL SOTO

Con la Navidad llegan los rastrillos para pobres. Viudas de toda la vida, aristócratas parapléjicas, antigüedades rubias que se quedaron sin el paseíllo nupcial, agentes de la propiedad inmobiliaria y un ex zagalote que llegó a director de sucursal bancaria organizan el tinglado de la venta pro caridad: dos azucareros que fueron de mamá, aquella pelliza de zorro que padeció la confusión con la pieza durante una batida alimañera por los pagos de Jerez, tres orinales de porcelana blanca, una dentadura de la falsa duquesa Anastasia de Cártama y varias pitilleras de plata sobredorada, entre otros restos del naufragio, salvarán del hambre a los pobres durante la Navidad de 1999.

"La caridad, hijas mías, todo lo salva", proclamó el ordinario del lugar, sembrando consternación entre los inmobiliarios y el ex zagalote, cuando esta corte de aquel Serafín -el de La Codorniz- se presentó en el palacio obispal a pedir los parabienes de la santa madre iglesia. Ellas, seguidas por la cuota del elemento masculino -un 25%-, dispusieron las bandejas de mantecados de Estepa, los tacos de carne de membrillo de Puente Genil, las algarrobas garrapiñadas de Cortes de la Frontera, las chirlas de Almería, la compota de mangos de Motril y docena y media de langostinos de Sanlúcar.

A 5.000 duros el cubierto inaugural, multiplicados por 15 o 20 comensales, el rastrillo daba -contando también las ventas de chatarra y vejestorios- para organizar un guisote de mucho pavo con huevo hilado para los pobres, beneficiarios exclusivos del tinglado anual. Pero "la cena del 24 se la zampan los tronados de este año al mediodía del 23 de diciembre, que yo tengo tute subastado en la sobremesa de Nochebuena", propuso, sin contestación posible, una terrible baronesa lisiada.

Durante la semana del tingladillo la labor consistiría en un vértigo de ventas benéficas y desayuno de trabajo, ventas benéficas y aperitivo de trabajo, ventas benéficas y almuerzo de trabajo, ventas benéficas y merienda de trabajo, más ventas benéficas y, por fin, cena de trabajo. Ahítas de pestiños y cebonas de yemas de Ronda, las comadres de la caridad -y el 35% de cuota masculina- llegarán al sarao navideño propiamente dicho habiendo reventado el corazón de un Pepito que se fue de contable a Buenos Aires -"ya vez, vuelve soltero, tan mono y tifo de dólares"-, tres fajas de ballena reforzada, un par de cucos per cápita y toda la remesa de JB para España. Pasado el día de Reyes, se impondrá una dieta severísima.

Terminada la venta, reventa, subasta y resubasta de los tratos del rastrillo para los pobres de 1999, el saldo final quizás dé, ya descontados los gastos de los convites, para una pava en pepitoria, medio kilo de huevo hilado y un tonel de arenques en salmuera. A ese banquete acudirán 15 pobres con carné municipal que serán entrevistados en directo por la COPE. "¡Arriba los corazones!" ha de ser el lema del almuerzo caritativo del día 23, que, en realidad, es la cena del 24 de diciembre. Al fondo del barracón desolado que hace las veces de merendero, los pobres regüeldan feroces bajo una pancarta tejida a mano por una concejala de este término municipal: "Málaga, la primera en el peligro de la caridad".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_