As de Gades
La Historia asegura que, allá por el siglo XVIII, la capital gaditana contaba con un complejo de más de 50 fábricas de naipes, algunas tan afamadas como La Olea o la conocida como Los Dos Tigres, que exportaban su mercancía a todos los rincones del mundo hispano.El fallecido escritor Fernando Quiñones aseguró en cierta ocasión que "toda Iberoamérica se jugaba hasta los calzones" con esta ingente producción, y hasta su personaje Juan Cantueso, tahúr invencible, debió de levantar alguna fortuna con estas barajas en las timbas de su novela La canción del pirata.
La de los naipes gaditanos fue una industria expansiva y floreciente que devino en tradición, llena de claves genuinas conocidas por todos los aficionados al juego de mesa, pero que comenzó a ser desmantelada hacia los años veinte y treinta del presente siglo, cuando la todopoderosa empresa de Heraclio Fournier adquirió las últimas planchas que quedaban en la ciudad.
Tanto tiempo después, el pintor Florencio Ríos, conocido como Zocar, ha decidido editar su propia serie de cartas, tratando en todo caso de ser fiel a la simbología original.
El artista, propietario a su vez de una colección compuesta por más de un centenar de barajas, quiso así "llenar un espacio de más de setenta años" y demostrar las posibilidades comerciales que sigue teniendo este género artesanal. Durante más de un año, Ríos ha dibujado in situ, a trazos de tinta realizados con palillos de dientes, una detallada panorámica de la capital gaditana que ha acabado plasmada en los naipes.
La verdadera Baraja de Cádiz se distingue de las barajas españolas al uso, en primer lugar, por la leyenda "Ahí va" que acompaña de manera inseparable al 11 de copas. Cada uno de los palos cuenta, además, con su propia iconografía: las ilustraciones de los oros son siempre fortificaciones y murallas, como las Puertas de Tierra que divide en dos la ciudad o las garitas de la Alameda. La catedral, por su similitud con el cáliz, es la imagen común de las copas; las espadas aluden en todo caso al monumento de Las Cortes. Y los bastos, finalmente, representan escenas de jardines como el Parque Genovés. En el reverso de los naipes, Florencio Ríos ha introducido su propio guiño personal, dibujando el escudo labrado en piedra que puede verse en las citadas Puertas de Tierra.
"He pensado en darle un toque artesanal a esta colección, cortando a mano todos los naipes y empaquetándolos con papel elaborado a tal efecto, al estilo en que solían hacerlo durante el siglo pasado", asegura Zocar. "Además, he escogido un formato en total desuso, el que llaman Infantil con lo que la baraja gana en originalidad". No se conoce, por otra parte, ningún otro pintor o dibujante gaditano que haya abordado un proyecto semejante, a excepción de Guillermo Pérez Villalta, que ilustró hace algún tiempo una baraja convencional. "Los antiguos fabricantes solían encargar los diseños a artistas foráneos", aclara Ríos.
La nueva Baraja de Cádiz, en edición limitada, ha empezado a comercializarse al precio de 1.000 pesetas en librerías y tiendas de artículos típicos, con muy buenos resultados según su autor. Coleccionistas, jugadores, curiosos e incluso buscadores de todo aquello que se presente bajo el sello de la Tacita de Plata están interesados ya por el producto.
Para uno de sus compradores, la iniciativa de Florencio Ríos tiene un último matiz positivo: "Así no serán los políticos los únicos que jueguen con la ciudad".
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