Los 'tories', dañados por el último escándalo sexual de uno de sus líderes
En un desesperado intento por distanciarse del último escándalo político-sexual, la oposición conservadora británica, liderada por William Hague, retiró ayer su apoyo a Jeffrey Archer, el multimillonario novelista que aspiraba a convertirse en el candidato para la alcaldía de Londres en las elecciones del próximo mayo. Lord Archer de Weston-Upper Mare, hasta hace dos días el favorito del Partido Conservador, mantenía anoche silencio tras la inesperada destrucción de su candidatura y de su carerra política a causa de revelaciones según las cuales mintió acerca de una cita con una mujer en un restaurante de Chelsea en 1987 y pidió a un amigo, el productor de televisión Ted Francis, que actuara como su coartada para enmascarar un encuentro a todas luces non sancto.La nueva versión de la típica historia escandalosa británica comienza cuando Francis, el amigo de Archer, hizo llegar hasta el semanario sensacionalista News of the World los detalles de la trama para ocultar que el extravagante lord cenó con una prostituta en un elegante establecimiento londinense y luego hizo llegar a la señora, identificada como Monica Coughlan, 2.000 libras (medio millón de pesetas). Archer logró una compensación de medio millón de libras tras el juicio por difamación contra el Daily Star, que aireó la historia hace 12 años. Ahora se sabe, sin embargo, que Archer pudo haber estado esa noche con su atractiva secretaria personal, Andrina Colquhoun. Nadie lo sabe. Lo cierto es que la mentira de Archer puede provocar un caso criminal por obstrucción de justicia y el novelista, cuyos críticos dicen que hace tiempo que perdió el sentido de la realidad, podría acabar detrás de las mismas rejas en las que se encuentran varios tories de alto calibre por corrupción.
El caso Archer ha asestado un rudo golpe a la credibilidad de Hague, que hace tan sólo un mes apoyó la candidatura del novelista afirmando: "Archer es el candidato de la integridad. Le respladaré hasta el fin". Anoche, los laboristas en el Gobierno festejaban el derrumbe de Archer y la metedura de pata de Hague y otros altos personajes del espectro tory que querían ver al lord entronado en la modificada municipalidad londinense, un puesto desde el cual podrían haber actuado como francotiradores y haberse convertido en una pesadilla para el Gobierno laborista de Tony Blair. Archer contaba incluso con el respaldo y simpatía de la baronesa Margaret Thatcher, que públicamente elogió hace poco su "energía y entusiasmo inagotable".
Humillados y decepcionados, los tories realizaban anoche intensas consultas para reparar el daño y, a la mayor brevedad posible, nombrar a otro candidato para el cargo de alcalde de Londres. Su dilema no era leve: el número dos de la candidatura es el ex ministro de Transportes Steve Norris. Su apodo es Don Juan Steve. "Todos saben que es un mujeriego, pero mentiras no se le han pescado", dijo una fuente conservadora. El escrutinio de su azarosa vida privada, sin embargo, puede demostrar que la sinceridad no es necesariamente una de sus virtudes. Las aspiraciones conservadoras a hacerse con la alcaldía de Londres son cada vez más remotas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.