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Las otras paradojas de Telefónica

Algunos datos a añadir al debate de las stock options. Ante el repunte de la inflación el Gobierno decidió una rebaja en las tarifas telefónicas, lo que va suponer a Telefónica una caída de muchos millones en su cuenta de resultados. A pesar de ello, excepto una ligera bajada en bolsa enjuagada con rapidez, la compañía prácticamente no se inmutó. Ante la paradoja de que una empresa sea obligada a reducir sus tarifas y no ocurra ningún tipo de conflicto, aparecen tres tipos de explicaciones: 1) Las tarifas estaban infladas y se aprovechó el repunte de la inflación para reducirlas. 2) Telefónica ha sido usada para resolver un problema de economía nacional. 3) Algún tipo de compensación pudo haberse negociado con el desconocimiento de los españoles, tan alegres por la rebaja.Si la respuesta fuera la primera, tirón de orejas a Fomento, por haber esperado a que la inflación marcara los tiempos. Si la verdadera fuera la segunda, agradecimiento ciudadano por la solidaridad que supondría, la casi inexistente protesta de accionistas y directivos y si fuese la tercera, entonces, alarma social y petición urgente de información.

En buena lógica democrática este tipo de dudas no deberían darse, hablando de relaciones entre Gobierno y principal operador. Sin embargo, el continuo existente entre ambos es de tal naturaleza, que hace que la paradoja produzca desazón. Para mayor mosqueo, estuvo el Ministro de Fomento, en coincidencia con la rebaja, reconociendo que Telefónica había recibido un cierto trato de favor al permitírsele el desarrollo de la tecnología ADSL (Línea de Abonado Digital Asimétrica), basada en el uso de la infraestructura telefónica ya instalada, para hacer posible la tarifa plana a Internet. Con lo que compite directamente con los operadores de cable. Esta opción fue impuesta por Fomento, aunque puede pensarse legítimamente como una sugerencia, en sentido contrario, a tenor de las ventajas objetivas que proporciona a la operadora. Por si fuera poco, España se ha convertido en el primer país de la Unión Europea que ha introducido esta tecnología de acceso a Internet, BOE mediante, para poder ofrecer una tarifa plana a los usuarios de la red.

Aunque todo Gobierno tiene la responsabilidad de asegurar unas tarifas asequibles y compatibles con nuestro futuro en la sociedad de la información, no se puede legitimar la actual cama redonda con Telefónica. Hay claras diferencias de comportamientos con otros países. Por ejemplo, la inglesa BT, que esta empezando a apostar por ADSL, ante su convencimiento que para particulares y pymes, el coste del acceso a Internet es el elemento más sensible para el desarrollo del comercio electrónico, ha abierto conversaciones con el regulador gubernamental de telecomunicaciones, para tratar de llegar a tarifas reducidas para Internet. Aquí la iniciativa nace de BT, no del Gobierno de Blair.

La tecnología ADSL es la gran esperanza, en la batalla de Internet, de las antiguas compañías telefónicas frente a las operadoras de cable, ya que promete alcanzar grandes velocidades en datos usando el mismo par de hilos de cobre del teléfono, transmitiendo aquellos en otra frecuencia que la voz. El gran patrimonio de Telefónica, conseguido con la privatización, es precisamente la densa malla de cobre, del par telefónico, que llega a cada rincón de la piel de toro, cuando el cable está siendo todavía instalado. Este es el gran recurso procedente de los antiguos monopolios europeos, quienes, gracias a ADSL, pueden ofrecer nuevos servicios de datos de forma inmediata, como efectivamente acaba de hacer una filial de Telefónica.

Las paradojas encierran procesos mal comprendidos. ¿Se imaginan por un momento, lo que podría ocurrir dentro de nuestra primera operadora, si las próximas elecciones no las ganara el PP? Sin caer en la insidia, cabe pensar que esta eventualidad podría explicar la beligerancia de los medios controlados por aquella, para evitar que ello ocurra. Si fuera cierto estaríamos ante un importante déficit democrático.

Respecto al ADSL, cuando esté disponible en Valencia, cosa que se prometió para octubre, ya les contaré. Entonces no serán paradojas, sino datos experimentales.

Gregorio Martín es catedrático y director del Instituto de Robótica de la Universidad de Valencia.

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