_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

En campaña: las privatizaciones

En realidad a quien recuerda el presidente de Telefónica es a Azaña. Como es sabido, el político republicano hizo una óptima (pero cruel) disección de un compañero del Consejo de Ministros -Miguel Maura- cuando dijo de él que era una persona que primero disparaba y luego apuntaba. Con su interpretación de las críticas a su forma de retribuir a los ejecutivos como una "operación política" ha convertido la cuestión en materia de campaña electoral, en directo perjuicio de aquellos a quienes debe su fortuna. El hecho de que el presidente de la primera empresa española sea capaz de cambiar de actitud en horas sobre materias importantes, incluso de su propia responsabilidad, resulta peregrino pero también intrascendente. Tampoco tiene tanta importancia que haya sembrado una sobrecarga de electricidad en un ambiente en que sobra. En la campaña electoral en que estamos inmersos lo decisivo es juzgar una obra de Gobierno más que una jugada de Bolsa. Conviene ser conscientes de que dentro de unos meses los electores españoles tendrán que dar su opinión ante la urna sobre las privatizaciones, y para tener una opinión hay que poner los datos sobre la mesa.En tan sólo un par de años, el PP ha vendido participaciones en empresas públicas por valor de cuatro billones, el doble que el PSOE en un plazo mucho más largo. Eran empresas que daban beneficios al Estado mientras que aquéllas que le cuestan no han sido vendidas. Quienes profesen entusiasmo por la empresa pública quizá tengan un juicio negativo del Gobierno de Aznar con sólo estos datos, pero no es éste, en absoluto, el caso del autor de este artículo. Lo que empieza por asombrar es que los presidentes de las empresas privatizadas más importantes se dividen en tres categorías: amiguísimos, amigos y amigos de los amigos del presidente del Gobierno. En las cinco de mayor volumen quienes fueron nombrados por decisión política se mantienen en la actualidad; proceden del mundo financiero o de la política; los más discretos son probablemente los más valiosos. Ya el hecho de que la privatización se haya llevado a cabo antes de liberalizar el mercado y de que exista esta mezcla entre lo económico, lo político y lo personal crea interrogantes.

Pero lo peor viene a continuación si examinamos el presente y el previsible futuro. El resultado de las privatizaciones en el terreno político ha sido constituir una especie de "brazo armado" del Gobierno en el terreno mediático. Hace tan sólo horas Antena 3 se despachaba a gusto contra el PSOE por Filesa: muchísimo hay que reprocharle a este partido por lo que hizo, pero ahora esa empresa periodística parece robotizada desde el poder. Sólo que los "brazos armados" también pueden volverse locos y de algunos de ellos, por su desfachatez, parecen haber sufrido este destino. Anteayer mismo, la empresa de publicidad que tiene al frente el ex portavoz del presidente del Gobierno obtenía la cuenta de Onda Cero, propiedad de Telefónica. Del imperio mediático que ha creado ésta, sin relación con su negocio, ya se sabe todo: incluso ha contratado al expresidente Suárez, aunque se ignora bien para qué. Claro está que el extremo es el caso de la primera empresa de fabricación de puros del mundo -Tabacalera- que compra acciones de una emisora de radio en beneficio directo del exdirector de Abc. Esta situación se consolidaría en un nuevo mandato del PP, sobre todo si es con una confortable mayoría.

Pues bien, esta contaminación entre la amistad, la política y la economía que, aparte de esperpéntica, resulta intolerable en una democracia. Nada de esto tiene que ver ni con el mercado, ni con el liberalismo, ni con la sociedad civil, ni con la propiedad privada, entendidos todos ellos de un modo correcto. En virtud de los mismos sagrados principios que invoca el PP, sirve para emitir un juicio nada benévolo acerca de un aspecto importante de su tarea de Gobierno. Pero no se dude que quienes verían en peligro esa peregrina conjunción de intereses sacarán de procesión al GAL y a todo lo que sea preciso en los meses que siguen para cambiar el tercio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_